Culturas

La cronista más sexy

JULIO VILLANUEVA CHANG / HORÓSCOPO CHINO

A Gabriela Wiener podría encomendársele tocar la puerta del infierno y al día siguiente regresaría a ser la misma chica tímida de su casa que va a escribir una historia sobre ángeles caídos. En Sexografías (Melusina), una antología de sus crónicas, Wiener se pasea tres días por una cárcel de hombres pidiendo a asesinos, ladrones y narcotraficantes que se quiten la camiseta para descifrar sus tatuajes, visita a la pareja de una mujer que fue hombre y un hombre que fue mujer, se queda un par de noches de huésped en la casa de un polígamo y sus seis mujeres, dona un óvulo para la felicidad de una mujer desconocida y ve cómo el actor porno Nacho Vidal eyacula en sus zapatos. Es un engañoso catálogo de circo sexual, pero en verdad es una de las más divertidas aventuras de conocimiento por la sexualidad contemporánea. Y en primera persona. En Hispanoamérica, Wiener es la gran heredera del gonzo, ese reportero que no sólo acompaña a los protagonistas desde una prudente distancia profesional sino que también vive en carne propia y es narrador protagonista de ese mundo que se ha propuesto explicar. Lo advierte Javier Calvo en su prólogo: "El libro cautiva porque su protagonista cautiva". Hay en ella un don que despierta entre gente extraña una confianza a primera vista, un salvoconducto del carisma que le permite entrar a sitios incómodos sin parecer intrusa y de volver de ellos con la sonrisa ilesa. Hay historias que parecen estar hechas sólo para uno. Gabriela Wiener es la prueba de que hablar de sí mismo puede seguir siendo periodismo y que casi nadie puede olvidarlo.

Naturalidad de equilibrista

Tal vez la crónica más memorable de Sexografías es en la que ella va con su marido a un club de intercambio de parejas. Antes de Wiener, las crónicas sobre clubes de swingers solían ser escritas por hombres que se jactaban de fisgonear, que contaban banalidades desde su ombligo miope y cuyo máximo efecto eran las risitas morbosas de quien no estuvo allí. Wiener narra su historia sobre swingers con la naturalidad de una equilibrista sobre la cuerda floja, sin caer en la apología ni en la condena. Los episodios más dramáticos son las marchas y las contramarchas entre ella y su marido, unos swingers en su edad de piedra tratando de entenderse de súbito allí adentro, y cuyo lado liberal se veía enfrentado al ridículo y a los celos. Además de explicar el discurso político de los swingers, Wiener exhibe sus miedos y sus complejos, pero también su curiosidad y sus fantasías. La suya es una voz lejana de cualquier profesionalismo, una voz inteligente en la emoción, que se interroga y se ríe de sí misma, sincera y fresca hasta la desnudez y tan excepcional en los predios de la prensa que luego de publicada su historia algunos reporteros y amigos creyeron que lo había inventado todo. Por fortuna, su mama le creyó.

Más Noticias