Punto de Fisión

Los milagros de nuestro ministro

El miércoles este diario desveló que el jefe de la Oficina Antifrau de Catalunya, Daniel de Alfonso, era el muy probable autor de las grabaciones secretas al ministro del Interior, justo un día antes de que su cabeza rodara por el suelo. Tampoco era un caso digno de Sherlock Holmes, de Poirot o de Columbo; más bien era digno de Roldán, aquel director general de la Guardia Civil que aparecía en sus propias cintas porno en calzoncillos. Aparte de ellos dos, no había nadie más en el despacho y los archivos sonoros tenían la extensión típica de un móvil. Eso descartaba a Jorge Fernández Díaz, puesto que el ministro suele comunicarse con las altas instancias -vírgenes, ángeles y santos- vía satélite. Camus decía que nos morimos a los cuarenta de una bala que nos disparamos a los veinte, pero Daniel de Alfonso es un velocista del suicidio: apenas ha necesitado dos años.

Para la filología es una verdadera lástima que este misterio se haya resuelto tan pronto. Las apuestas sobre el Diazgate podían haber dado tanto juego como las especulaciones históricas acerca de la autoría del Lazarillo o del Poema del Cid. En cuestión de unas décadas, no habría habido manera de distinguir el Diazgate de los Milagros de Nuestra Señora, puesto que el ministro del Monólogo Interior parece un personaje de Gonzalo de Berceo. De hecho, a medida que se va aposentando en el cargo, a Fernández Díaz se le va poniendo más y más cara de prerrománico. Para ser consecuentes, el resto del artículo debería ir escrito en cuaderna vía:

Ministro traigo hermoso, non es de economía,

ministro es sin pecado, que es de clerecía,

hablando en verso suelto, por la telefonía,

hacía conspiraciones, que es gran maestría.

Es un trabajo bastante complicado este de ir calcando estrofas monorrimas, pero algunas encajan en el desbarajuste ministerial con tal precisión que es como si Berceo hubiese estado presente tomando notas, con Marcelo revoloteando sobre sus hombros:

Si hacía otros males, eso no lo leemos;

sería malo condenarlo por lo que no sabemos,

más abandonemos esto que dicho vos a vemos,

si algo hizo, perdónelo Cristo en quien creemos.

 

Mucha maldad tenía, también una bondad

que mucho le valió y le pudo salvedad;

creía en la Gloriosa con fuerza y voluntad,

la saludaba siempre junto a su Majestad.

Estas dos últimas estrofas hablan de un ladrón devoto que nunca se olvidaba de arrodillarse y santiguarse delante de la imagen de Nuestra Señora, aun cuando fuese con un saco de cálices robados a la espalda. Por eso, cuando iban a ahorcarlo, la Virgen lo aguantaba de los pies y evitaba que la soga le rompiera el cuello. Una noticia de lo más medieval, excepto en la España mariana, donde resulta tan actual que va a salir publicada en los periódicos cualquier día de estos. De hecho, salió publicada esta misma semana, con un montón de delincuentes elevados a los altares a fuerza de sostenerlos por los talones. No es extraño que el ministro y su lacayo antifraude conspirasen organizando escándalos imaginarios, ya que la realidad tarde o temprano acaba por imitar a la ficción. Al final la medalla a la Virgen por los servicios prestados no era más que el prefacio.

 

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