Dominio público

Sobre Israel, Europa tiene razón

Avraham Burg

Avraham Burg

Expresidente de la Knesset (Parlamento de Israel) de 1999 a 2003, y presidente de la Agencia Judía y de la Organización Sionista Mundial

 

Tomándolo todo en cuenta, Europa es todavía el más importante actor global en Oriente Próximo. EEUU tiene fuerzas armadas y capacidades. Rusia y China tienen intereses abiertos y encubiertos, pero Europa es el auténtico protagonista. Pese a las críticas y la lentitud, la torpeza y los intereses contradictorios de sus estados miembros, sigue siendo el único actor que está verdaderamente transformando Oriente Próximo e influyendo en él.

No debe sorprendernos, pues, que la mayor parte de las iniciativas de paz en la región estén vinculadas a Europa; desde Rodas en 1949 hasta Madrid, Oslo y Ginebra. Estados Unidos es necesario para cerrar el trato, pero sin Europa nada puede echar a andar. Es por ello que, mientras todos los vistazos superficiales se dirigen al secretario de Estado Kerry, los observadores mejor informados miran en cambio hacia Europa.

La introducción de las recientes pautas Europeas, que distinguen entre el Israel legítimo dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas (la "Línea Verde") de sus asentamientos expansionistas satélites construidos a partir de 1967, constituye una decisión sensata, justa y equilibrada. Esas pautas excluyen de los créditos, subsidios y premios de la UE a las actividades israelíes en los territorios ocupados por Israel desde junio de 1967. No obstante, el primer test a que se someterán esas pautas desde su entrada en vigor se producirá en las negociaciones en curso entre la Unión Europea e Israel sobre la participación israelí en Horizonte 2020: el Programa Marco de Investigación e Innovación (2014-2020). Israel tendrá que acceder a la aplicación del Horizonte 2020 en conformidad con esas pautas, algo que los funcionarios israelíes han dicho repetidamente que no hará. Es importante que los ministros de Exteriores de la UE, cuando se reúnan en el encuentro ministerial informal (Gymnich) este 6 de septiembre, no envíen la señal de que la UE va a dar marcha atrás en cuanto a esas importantes pautas.

A lo largo de los años, nosotros los israelíes nos hemos enamorado de una realidad que nos permitía comernos el pastel de nuestra Ocupación sin pagar el precio por ello. Numerosos gobiernos israelíes cayeron ciegamente en sus propias trampas y verdaderamente se creyeron la retórica vacía e insensata que etiqueta como anti-israelí a cualquiera que no apoye la política de asentamientos de Israelí; y como antisemita a todo aquel que sea anti-israelí –una estratagema diseñada para deslegitimar la crítica legítima.

Llegaron los europeos y nos dijeron: lo sentimos, pero tenemos que disentir. Israel es un Estado legítimo, pero algunas de sus acciones son flagrantemente ilegítimas e ilegales. Por tanto, tanto por la fuerza de nuestros valores como a causa de una sincera preocupación por el futuro de Israel, su bienestar y su seguridad, rechazamos este razonamiento distorsionado y peligroso de la derecha israelí según el cual Israel equivale al Gran Israel, y hacemos esta distinción. Israel, sí; asentamientos, no.

Hay que recordar que Europa ha sido muy consistente y nunca ha reconocido los hechos sobre el terreno de la ocupación de Israel. Para Europa, las fronteras tal como fueron previamente a la ocupación de 1967 son un principio legal y un punto de referencia político que nunca se han desdibujado. Ningún cambio de Gobierno en ningún Estado miembro, de conservador a socialista o viceversa, ha cambiado nunca este principio básico.

Entretanto, Israel ha malinterpretado la lenta reacción del mundo ante los hechos ilegales sobre el terreno. No ha leído los claros avisos en el muro. Con su arrogancia frente al mundo exterior y su embarazosa flacidez política ante su propia opinión pública, ante sus colonos, ha desoído todas las alertas; también las que han hecho sonar sus amigos y partidarios. Ahora, a medida que se ve cada vez más forzado a pagar el precio de tantos años de ignorancia, vuelve a cantar la única melodía que se sabe: son antisemitas.

Al contrario de lo que muchos israelíes creen, la Europa política no es ni antisemita ni anti-israelí. Es simplemente... europea. Más allá de la controversia interna, de los intereses en conflicto y de la historia privada de cada uno de los estados miembros, en cuanto al Oriente Próximo Europa está activamente estableciéndose y haciéndose un lugar con su tradicional estilo concienzudo.

Afronta amenazas reales y por tanto está comprometida en la promoción de los valores comunes de autodeterminación, democracia, derechos humanos y civiles, tolerancia, multiculturalismo y una negación total del colonialismo y la discriminación, vital para su existencia.

Esto es real-politik en su mejor forma. No es EEUU, sino Europa, el actor mejor posicionado en la línea del frente, en fricción constante con las realidades que la rodean. En este sentido, el conflicto de Oriente Próximo, con todas sus dimensiones políticas y religiosas, no es para Europa una política exterior distante. A menudo le supone candentes problemas internos. De ahí que la distinción entre lo correcto y lo erróneo no sólo nos la apliquen a nosotros, sino también lo hagan internamente.

Las nuevas pautas europeas y su implementación no traumatizarán ni dañarán a Israel. Nuestro Gobierno no caerá, las masas no se lanzarán a las calles, los israelíes no dejarán de hacer negocios ni de ir de vacaciones a su amada y cercana Europa.

Todo lo contrario. La clara distinción entre Israel y el hábitat que ocupa y se ha anexionado parcialmente, sólo nos beneficiará. Este es el prólogo inevitable y necesario a la evacuación de los propios asentamientos. Ese momento también llegará y será mucho más fácil y aceptable de lo que la gente suele imaginar.

En esta ocasión, mientras Europa da pasos para implementar sus valores, debemos mirar hacia adelante y pensar en el próximo hito: junio de 2017 marcará los 50 años desde la Guerra de 1967, el comienzo de la ocupación militar israelí de Cisjordania, Jerusalén Oriental y la franja de Gaza.

La ocupación tiene que ser temporal, por definición. La Historia nunca ha conocido una situación temporal que se prolongase cinco décadas y que fuera nociva, despojadora y violenta.

Europa debe ahora tener el valor y la visión de guiar a la comunidad internacional en sus esfuerzos para resolver el conflicto palestino-israelí. Europa debe aplicar sus leyes y principios, y poner fin a la temporalidad.

 

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