El mapa del mundo

Las urnas desmienten a la propaganda

Para ser una dictadura, Venezuela es bastante heterodoxa. La oposición ha hecho campaña en la calle por el ‘no’. Ha sido silenciada en la televisión pública, pero ha encontrado el apoyo de la mayoría de la prensa. Sus mítines no han sido interrumpidos por la Policía. El resultado –ajustadísimo y por tanto fácilmente manipulable– le ha dado la victoria por una diferencia inferior a los 190.000 votos sobre nueve millones de votos emitidos. El presidente ha tardado sólo unos minutos en reconocer la derrota, ha felicitado a los vencedores y ha apelado a la reconciliación.

Lo que no ha hecho es rendirse. Democracia no es sinónimo de rendición.

Se acaba así la gran patraña sostenida por la mayor parte de la prensa española, la que decía que Venezuela se encamina de forma inexorable a una dictadura similar a la de Cuba. Quizá cegados por la defensa del honor del rey, los periodistas han preferido creer a sus prejuicios antes que a la realidad.

Venezuela es más libre que el sábado porque uno de los requisitos de la democracia es poder decir no a los gobernantes. Que es justamente lo que los dictadores no suelen permitir. Desgraciadamente, las corrientes autoritarias están muy presentes en Venezuela, tanto entre chavistas como antichavistas. Al igual que en Brasil, México, Argentina y Colombia. Y ninguno de esos países es una dictadura. Todos tienen muy buenas relaciones con EEUU. Supongo que ahí está la diferencia.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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