Tierra de nadie

Shakespeare en Haití

Haití es un estado fracasado, pero su fracaso no es mayor que el de la comunidad internacional, militarmente presente en su suelo desde 1993 para evitar que el país continuase despachando ingentes raciones de carne humana en los telediarios. Por sí misma o en concurso con la OEA, la ONU ha enviado misiones de apoyo, de transición y de policía civil hasta la actual misión de estabilización, que tiene destinados en este rincón del Caribe casi 7.000 militares –sólo seis de ellos de EEUU - y 2.200 agentes de policía. El objetivo del despliegue en esta especie de protectorado de Naciones Unidas asolado por las fuerzas de la Naturaleza era hacer de Haití una nación moderna y democrática y reducir la violencia a niveles soportables.

Nada de ello pudo conseguirse, porque la modernidad no se alcanza con el estómago vacío. La gente podía morirse rápidamente al paso de un huracán o al calmoso ritmo que marcan el hambre y las enfermedades o las balaceras de las calles, siempre y cuando lo hiciera en un número aceptable para el mundo civilizado. De la lectura de la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, por la que se renueva por un año la misión militar en Haití, se desprende que el país malvivía como siempre, asolado por la miseria, la violencia, el tráfico de seres humanos, el narcotráfico, los abusos sexuales a mujeres y niñas y la ausencia total de infraestructuras, pese a lo cual se felicitaba a las autoridades locales por sus progresos en gobernanza y reconciliación nacional. Un hito, o sea.

El terremoto ha mostrado la auténtica realidad de Haití, que afronta ahora como enésimo drama las dificultades para distribuir la ayuda humanitaria, mientras la comunidad internacional discute si lo que urge es enviar soldados, como ha hecho Obama, o personal de logística que haga llegar a los afectados comida, agua y asistencia sanitaria. La disyuntiva es falsa: hace falta que alguien transporte y reparta la ayuda y es imprescindible que lo pueda hacer de forma segura.

Hubiera sido deseable que EEUU hubiera puesto sus fuerzas a disposición de la ONU, pero eso sería pedir la luna. Más que ocupar Haití, Obama quiere protagonismo y envía seguridad. De la luz, el agua y los antibióticos tendrá que ocuparse Europa. Los haitianos no están para dilemas shakespearianos; están ocupadísimos en seguir vivos un día más.

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