Tierra de nadie

El duende de la contabilidad

Igual que uno se encuentra un  billete de cinco euros en la chaqueta que dejó de ponerse el invierno pasado, el duende de la contabilidad –primo del de la imprenta- ha hecho posible que Alemania e Irlanda hayan recuperado unos miles de millones de euros perdidos, lo que da idea del tamaño de chaquetas que calza esta gente. Los alemanes descubrieron que habían sumado dos veces una misma cantidad en la operación de salvamento de uno de sus bancos ruinosos, lo que les permitirá descontarse 56.000 millones de su deuda pública; y los irlandeses, por su parte, más modestos, han atribuido a un error similar el afloramiento de 3.600 millones.

Ambos hallazgos dan que pensar. ¿Y si toda la crisis se debiera a un fallo informático que apunta como gastos los ingresos y un buen día descubrimos que el déficit público es en realidad un gigantesco superávit que nos empeñamos en rebajar? ¿No es posible que estemos contabilizando cada parado por dos o por tres? ¿Quién nos dice que por un defecto de software y hasta del hardware estamos pasando las de Caín y viviendo por debajo de nuestras posibilidades?

Aceptar la realidad del error echa por tierra esas comparaciones infantiles utilizadas por algunos políticos que insisten en que el Estado ha de comportarse como una familia, y acostumbrarse a apañarse con lo que hay en la cartilla, abstenerse de contraer deudas y ahorrar lo que se pueda. ¿Guardaría distraídamente una familia un fajo de billetes de 500 euros en un tarro de Nescafé y olvidaría sin más lo que tiene en el armario de la cocina? Tendrían que haber escuchado a Anguita hace unos días burlarse de los apóstoles del superávit en un debate con liberales de postín: "Si todos los países tienen que ser competitivos, si todos tienen que exportar más que importar, ¿quién compra entonces? ¿Los marcianos?".

El descuido demuestra que todo es relativo. Nadie asumirá responsabilidades por los recortes que pudieron evitarse o por los incentivos que jamás se aplicaron. Los 56.000 millones de Alemania nos arreglaban el cuerpo. Lástima que aquí no seamos tanto de chaqueta sino de jersey de pico.

Más Noticias