Entre leones

Gula panadera

En esta España en crisis, los bancos españoles están divinos de la muerte. La inmensa mayoría de ellos ha superado con nota el test de solvencia europeo. Una polvareda de alegría y optimismo ha inundado las calles. Confetis, banderas rojigualdas con el anagrama del Santander, cantos patrióticos, parejas besándose apasionadamente en la Gran Vía y las Ramblas y ríos de cava y vino cagalón para festejar la mejor noticia desde que Iniesta nos hizo Campeones del Mundo en el último minuto de la prórroga.

Y es que somos, señoras y señores, la 15ª potencia en solvencia de los 22 países europeos y la 10ª de la zona euro. El crédito no fluye, pero qué más da: estamos otra vez en la Champions League de la economía europea, después de pulirnos 125.000 millones de euros y 12 puntos de PIB.

Los banqueros deberían canonizar a Rajoy y De Guindos con unas buenas puertas giratorias. No es para menos, gracias a los recortes en sanidad, educación y asuntos sociales que han protagonizado estos dos patriotas, ellos podrán volver a practicar la economía de casino y jugar a las casitas de ladrillos más pronto que tarde. Lo dicho, unos santos, unos benefactores.

Para colmo de buenas noticias, la última Encuesta de Población Activa (EPA) registró una disminución de 195.200 personas en la lista del paro. Es verdad que quedan 5,428 millones de desempleados, pero no es menos cierto que el Gobierno ha bajado esta fatídica tasa del 24% por primera vez desde el último trimestre de 2011.

La temporalidad y los salarios de mierda que esconden estos datos no son excesivamente preocupantes. Un nuevo nicho de trabajo, que paliará estos agujeros negros de la reforma laboral del Gobierno del PP, ha aparecido en el horizonte con un dinamismo que recuerda el ‘boom’ del turismo en tiempos de Alfredo Landa. Es ni más ni menos que el de la panadería. Y con salarios de Podemos.

Sorprendente, ¿no? Pues sí, el sector de panadería, con todas sus variantes, está empezando a tirar a lo bestia de la economía española. Por ahora, de forma soterrada, pero dentro de poco saldrá en las estadísticas macroeconómicas del INE como el mayor reactivo del nuevo ‘boom’ de la economía española. Este nuevo milagro made in Spain se está viendo favorecido por la propia situación política del país.

O eso al menos mantiene un estudio de una prestigiosa Universidad suiza, ratificado por otra andorrana, que ha caído en mis manos y que ve en los casos de corrupción que brotan como setas con las primeras lluvias otoñales por toda la geografía española una gran oportunidad para el sector panadero.

Según estas universidades, la ansiedad que provoca tanta corrupción entre los españoles está disparando la demanda y, por tanto, la actividad del sector de la panadería, que podría aportar los cinco o seis puntos de PIB que en su momento nos dieron el alicatado indiscriminado de nuestras costas.

Se refieren, lógicamente, a las mangancias genuinamente españolas: los ‘casos  de los ERE y de los cursos de formación’, el ‘caso de las tarjetas black de Caja Madrid’, los ‘casos Gürtel y Bárcenas’, las andanzas andorranas de la familia Pujol, los nuevos pagos en b del PP,  la compra de acciones de Libertad Digital realizada por la dirección popular como apuesta por la pluralidad informativa, etc.

En un añadido de última hora que me llegó ayer mismo, estas dos universidades coinciden en que la última macrorredada contra la corrupción, denominada Operación Púnica e impulsada por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, que se saldó inicialmente con 51 detenidos, entre ellos seis alcaldes, y el ex secretario del PP de Madrid, Francisco Granados,  dará una dimensión mayor si cabe al ‘boom’ de las panaderías en España.

Así las cosas, prevén que fondos buitres norteamericanos aterricen de inmediato en este sector para aprovechar una situación que llevará a casi un 70% de los españoles a instalarse en la gula panadera.

Por lo visto, según estas dos instituciones universitarias, la intervención de la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, que puso su barba a remojar mientras pedía mil veces perdón por haber confiado en Granados entre 2004 y 2011 –antes hizo lo propio con una pléyade de personas de confianza implicadas hasta el tuétano en el ‘caso Gürtel’-, ha convencido definitivamente a estos inversores de que la coyuntura tiene un carácter estructural.

Como me gusta contrastarlo todo, le pedí opinión al panadero de mi calle sobre dichas previsiones suizas y andorranas, y éste me confirmó el incremento desaforado del consumo de pan. Pero no lo atribuyó a un aumento clínico de la ansiedad entre los españoles por la corrupción, sino a la inundación del mercado patrio de chorizos y derivados. En fin.

 

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