Luna Miguel

'Qué!' patada

"Qué!" patada

Con cosas así me dan ganas de ser Lady Gaga y viajar con Beyoncé en una furgoneta en llamas. Vestida de manera robótica (teléfonos en el pelo, teléfonos metálicos y azulados). Planeando nuestro próximo crimen mientras comemos una Qué Palmera! de chocolate. Y no es que la música de Gaga me entusiasme. Ni que mi mayor hobbie sea el de ir envenenando a gente en estaciones de servicio desérticas. Lo que me da ganas de ser ella es la rabia que siento al ver en las noticias la cara de ese profesor de kárate que presuntamente abusaba de sus alumnos. Ese hombre elitista, este hombre que elegía a sus pequeñas víctimas dependiendo de su grado de belleza o su físico, porque, se diría, yo a un niño lo violo solamente si es guapo, ¡qué asco que dan los niños feos!. Él sí que da asco. Él y la basura lamentable que esconde bajo el kimono. Él y su órgano egoísta, retrasado, lleno de vergüenza.

Pero siempre quedan los argumentos zafios: que si la culpa es de la chica por llevar minifalda corta, que si son las alumnas las que provocan a esos profesores de Universidad babosos y maleducados. Que, ¡joder!, si los curas lo hacen, ¿cómo va a ser pecado? Ya se sabe. Curas: karatekas del alma y del cielo. Todo tiene su justificación. Patada al aire. Amén.

Otra de las cosas que más me gustan del nuevo vídeo de Lady Gaga es el ambiente de la cárcel en la que ésta cumple condena. Tías fuertes. Tías tatuadas hasta las cejas con ropa punk, con tachuelas y pinchos y cara de estar muy cabreadas. Tías que se pelean y que son fuertes. Quisiera ver al karateka en esa cárcel: que las presas pop le enseñen lo que es un buen puñetazo, que pongan firme a ese loco, porque, "querido, a nuestros hijos tú ni los tocas".

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