Fuego amigo

La píldora electoral del día siguiente

Las elecciones políticas se parecen sospechosamente a un orgasmo compartido: antes del acto tienes unas ganas incontenibles de que llegue el momento. Y, al igual que antes de un buen polvo, en los días previos deambulas nervioso y no piensas en otra cosa (¡ah! ¿es que hay otra cosa?) porque dudas de las consecuencias terribles que conllevará el meter la cosa de manera imprudente. La cosa es el voto, aclaremos.

Por la noche, delante del televisor, vas conociendo el resultado de tu apetito desordenado, porque una vez saciada la pulsión de votar, la mala conciencia te empuja a arrepentirte inmediatamente de haber pecado. ¿Qué hacer? ¿Por qué no hemos medido, dios mío, de antemano las consecuencias de nuestros actos? Pues tranquilos, porque la política hace mucho tiempo que inventó la "píldora del día siguiente".

Si sospechabas haber arruinado tu vida, dejando embarazada a España con tu acción irreflexiva, la píldora postelectoral, de expedición gratuita en la sede de cualquier partido político, tranquilizará tu conciencia. No ha pasado nada, queridos míos. España no ha quedado embarazada. Quizá jodida, sí, pero, tal como irán explicando "al día siguiente" los líderes de cada partido, todos han ganado, y en consecuencia España está mucho mejor que antes del polvo.

Anteayer vimos a Mayor Oreja y López Aguilar copulando como locos en un debate preelectoral. Fue toda una violación de nuestras conciencias amodorradas, es verdad, pero las píldoras del día siguiente de Zapatero y Rajoy surtieron su efecto inmediatamente.

Cierto que Oreja y López Aguilar se habían follado a una España frígida, pero por lo menos sabemos que no la dejaron embarazada.

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