Merienda de medios

¿Krugman se chuta?

Después de tomar con él un café con cruasán, el Nobel de Economía Paul Krugman le ha dicho a Zapatero que, en lo tocante a la crisis, España lo tiene entre crudo y poco hecho, y que habría que bajar los salarios y los precios para que la cosa no fuera horripilante, sino solamente espantosa. Con razón María Teresa Campos ayer en Telecinco le llamaba "Krueger" en vez de Krugman, aunque no llevara el típico jersey rojo y verde ni el guante de cuchillos. ¿Que qué le dijo Zapatero? Que era optimista y que tenía un par de reformitas en cartera de lo más eficaz.

"Eso ya está pasando. Ya hay empresas que están negociando con sus trabajadores un recorte de salarios", afirmaba Lucía Mendez en Onda Cero, aunque se le olvidó mencionar que una de estas empresas era la suya, El Mundo, y que, además de bajar los sueldos, quiere echar a la calle a 200 personas. Cuando le pregunten a Ramírez, que llega justito a fin de mes, dirá que todo lo hace por patriotismo.

La situación es tan mala que, según César Vidal, el lenocinio se ha convertido en una alternativa al desempleo. Don Herodoto se lo tendría que hacer mirar, porque, si es verdad lo que contaba ayer en La Razón, escruta las páginas de contactos de los periódicos, habla de putas con los taxistas y tiene conocidas en el oficio. "(ZP) va a pasar a la Historia como el presidente del Gobierno que ha condenado a un número mayor a ejercer la prostitución para poder comer", decía esta autoridad en la materia.

¿Qué hacer para escapar del infierno y, de paso, acabar con la delincuencia y con las hambrunas africanas? Pues hacer caso a Fernando Sánchez Dragó, que ha debido de aterrizar en la economía después de alguno de sus viajes interiores. "Sé cómo salir de la crisis (...). Legalicemos las drogas. Elevémoslas a monopolio del Estado durante una temporada", sugería en El Mundo tras constatar que "la gente se droga, se ha drogado siempre y siempre se drogará". Es una idea, tron.

Esfínteres y faquires

Pero Zapatero no hace caso a los consejos y vela a su manera por esos asalariados que "viven con los esfínteres encogidos del miedo a no saber por dónde le va a venir el hachazo", dicho sea a la manera de Carmen Merino en Canarias 7. Puede que tengamos "un presidente zen cuando hasta los más opuestos coinciden en que es hora de faquires", como sostenía Ignacio Camacho en ABC. Don’t worry, be happy, que diría Dragó después de ir al estanco.

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