Merienda de medios

El exhibicionismo me pone

Mientras asistimos entre impertérritos y curiosos a la búsqueda en directo del cuerpo de Marta del Castillo entre las gaviotas del vertedero, nos ha escandalizado mucho que una especie de Belén Esteban sin pulir de la Gran Bretaña haya vendido su muerte a las televisiones, tras haber hecho lo propio con su boda, su agonía, el bautizo de sus hijos y el plan Ponds de su santa madre. De la gran hermana difunta, Jade Goody, coronada nueva princesa del pueblo porque lo de Lady Di ya olía, el primer ministro Gordon Brown ha ensalzado su valentía. Hay que joderse.

"Su extinción es un fraude. Alimenta a la carroña del share y a los dueños de las cadenas (...). Pero deja las bragas al aire de una sociedad ñoña y gilipollas. (...). La misma que llora por una ameba de plexiglás sin más mérito que su nada, pero se espanta cuando alguien solicita eutanasia y aúlla por una muerte digna, sin faralaes, sin foco, gratis. ¿Y esto no es valentía para la vida y para la muerte, míster Brown?", preguntaba un sublevado Antonio Lucas en El Mundo.

Al parecer estamos todos un poco tarados y necesitamos bajarnos los pantalones y colgar el vídeo en YouTube para realizarnos. A esta exposición de la intimidad en la telebasura o en las redes sociales la han bautizado como extimidad, como contaba ayer Reyes Rincón en El País. "La intimidad es tan importante para definir lo que somos que hay que mostrarla", afirmaba una antropóloga argentina. Lo terrible es comprobar lo que somos a la vista de lo mostrado.

En definitiva, cabe sostener que consumimos telebasura porque sacia nuestro propio exhibicionismo. Contra el espectáculo público de las intimidades editorializaba el guipuzcoano Noticias, aunque su moraleja resulte un tanto infantil. Si se saca tajada del reality la cosa es muy censurable. Pero si "pueden extraerse valores éticos, culturales o espirituales" aceptamos pulpo. Ahora bien, ¿de qué infamia televisiva no pueden extraerse valores éticos, aunque sea por su ausencia?

Omnipresencia

Con todo, lo peor de la telerrealidad es la omnipresencia. "No sé cómo se arregla Telecinco para que parezca que están dando Supervivientes todo el rato", se decía José Miguel Giráldez en El Correo Gallego. Pues muy sencillo: dando todo el rato Supervivientes. Ya que no tenemos remedio, reconozcamos que somos buitres y nos gusta la carroña. Pero hasta las vacas se cansan de comer hierba a todas horas.

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