Cabeza de ratón

El día de los falsos inocentes

Agosto es el mes de las traiciones, de las puñaladas traperas. En Agosto, cuando las víctimas señaladas están desprevenidas y dan la espalda a la conjura para mirar al mar o a la montaña, entonces, con agostidad que es  una forma de alevosía, las despiden, las recortan, las dimiten, suben sus impuestos, bajan sus presupuestos. Cuando todo el mundo mira para otro lado y los telediarios quedan como un eco lejano en los chiringuitos, cuando los periódicos se aligeran de ropa y de contenidos e inician una dieta de adelgazamiento, ese es el momento, la ocasión del crimen solapado.

Los políticos no son completamente idiotas, salvo cuando se trata de dar explicaciones, o de pedir perdón por sus muchas culpas, por sus sucios asuntos. Los políticos gobernantes saben aprovechar la coyuntura, el relajo vacacional, el paréntesis sacrosanto de Agosto. Hasta que llegó él, ese que está pero al que casi nunca se le espera, ese gallego que ha roto ese tópico étnico que dice que cuando te encuentras con uno de ellos en una escalera nunca se sabe si está subiendo o bajando. Rajoy ha resuelto el dilema estándose quieto y callado, estando como ausente al que solo puede convocarse a través de las pantallas de plasma. El que calla invocó la agostidad eligiendo para hablar el día en que casi todos sus colegas se iban de vacaciones y cientos de miles de españoles tomaban las carreteras para escapar de sí mismos y de sus circunstancias. Rajoy quiso hablar ese día, Mariano rajó y...no dijo nada. Arropado por sus cofrades y cercado por sus enemigos, Mariano dijo lo que se esperaba que dijera que era como no decir nada, o lo menos posible, sobre todo lo que le habían preguntado. Se declaró inocente y "como no me voy a declarar culpable, no voy a dimitir ni convocar elecciones" ( aplausos de su bancada, olés y gritos de "Mariano eres el más grande.". No fue un delito, fue un error, me equivoqué pero fue sin querer y no lo volveré a hacer, Bárcenas abusó de mi, yo soy bueno, yo soy honrado...yo confié, mantuve la confianza en alguien que no la merecía, cometí el error de creer en un falso inocente, que no es lo mismo que un verdadero culpable.

La cita, de eso se trataba, dio la oportunidad a la oposición para desfogarse a gusto, para decirle al presidente a la cara lo que ya le habían dicho hasta la afonía, desde sus escaños o desde los medios. Chaparrón de verano, gobernantes y opositores salieron refrescados para afrontar el bochorno ambiental. Todos contentos, o por lo menos aliviados, tras salir de la nube y por fin listos para la huida. Pero hay una segunda lectura posible sobre los motivos por los que Rajoy eligió el primero de Agosto para su comparecencia obligada. El presidente, además de diluir la nube que se cernía sobre su cabeza quería castigar a sus rivales obligándoles a prolongar sus jornadas laborales más allá del día de la convocatoria. Ahora les toca a ellos quedarse de guardia para evitar que la nube efectivamente se derrita bajo el sol de Agosto. Para soltar rayos y truenos, para negar el verano y el veraneo de los falsos inocentes. En el PP, al menos, podrán arreglarse con becarios ya que no se esperan grandes declaraciones o nuevos testimonios.

Será un Agosto duro para los políticos de turno, como lo será para los jueces y para los periodistas forzados y para los cronistas que, a estas alturas nos sentimos inclinados a escribir relatos ligeros y frívolos, menos comprometidos con la rabiosa actualidad que también suele tomarse un descanso por estas fechas. Corren malos tiempos, soplan malos vientos, aviso para navegantes, este Agosto no se descartan las tormentas y el pedrisco azotador. El fiable y tradicional almanaque zaragozano anuncia un otoño caliente y un largo y áspero invierno. Un invierno más de nuestro desencanto.

Más Noticias