O es pecado... o engorda

Libros para bien comer

Me recorrí la Feria del Libro de Madrid de cabo a rabo. Es un placer comprobar cuánta producción bibliográfica sobrevive e incluso florece, al margen de los betseller y de las propuestas promocionadas de las grandes editoriales o como dice @jotalosa en su blog de @publico.es, de la inevitable  "literatura con faja". Pero las modas son las modas y eso  se comprueba también en lo que a literatura gastronómica se refiere.

Por ejemplo ¿qué disciplina culinaria triunfa en las últimas temporadas? Las tartas de fondant, los cupcakes y las cookies. O sea, lo que viene a ser la repostería casera pero bien aderezada de sabores nuevos, combinaciones extrañas y colores insólitos. Y también imaginación y un cierto aire naif que hace que estos dulces parezcan sacados de un comic. Y ¿quién tenía cola de lectores en la caseta para la firma de libros? Alma Obregón, una chica que ha hecho, de lo que empezó siendo una afición, todo un éxito editorial y culinario.cup cake

Continúa en boga otra tendencia gastronómica: la de los "panarras", ese grupo de cocinillas que es capaz de hacer pan con todo menos con tornillos (¿o también?). Cualquier parcela alimentaria -el chocolate, la pasta, las setas, la barbacoa...- tienen su guía y su público. Y, una vez que cocinas como la india o la japonesa nos resultan cada vez más familiares y menos exóticas, podemos encontrar por ejemplo, un libro de recetas mongolas. 

Los grandes catadores de gin tonic, esos que pueden llegar a combinar ginebras, tónicas y acompañamientos –fresas, limón, pepinos, arándanos...- como si de las frutitas de una máquina tragaperras se tratara, también tienen su apoyo bibliográfico. Lo mismo que los cerveceros, camino de convertirse en la próxima secta gastronómica gracias a las posibilidades para hacerla artesanalmente.

Sí, hasta la cerveza volvemos a hacerla en casa. La verdad es que he detectado una inquietante tendencia hacia la autosuficiencia doméstica que no se si achacar a la crisis, al individualismo defensivo o a la amenaza de alguna catástrofe global.  Por ejemplo, ya no hay excusa para no cultivar en casa. Hay muchas posibilidades. De más a menos: para cambiar de vida totalmente, una "Guía practica completa para vivir de la tierra", pero también "Huertos en balas de paja", "El huerto en 1m2" y hasta "El cultivo en macetas" e incluso "El cocinero recolector y las plantas silvestres" por si nos da por hacer aprovechable un paseíto por el campo.

De la recolección pasamos a la conservación: lo de las mermeladas caseras ya es un clásico para aprovechar –ojalá- la superproducción conseguida en algunas de las variedades de huertos anteriores. Pero hay opciones más laboriosas como las recetas de conservas y salazones y la guía para hacer nada menos que ahumados en casa. Encontré un libro interesantísimo y recién traducido al castellano: "Pura fermentación" para mantener "todo el sabor, el valor nutricional y el arte que encierra la elaboración de alimentos vivos", o sea, chukrut, yogurt, masa madre, miso, tempeh... Es de Sandor Ellix Katz.

Comprobé que continúan estando de actualidad todos esos libros de superalimentos que nos harán seres cuasiperfectos o de dietas un tanto milagreras que hablan de las virtudes curativas de cebollas, zanahorias o brócolis. O aquellas, más interesantes desde mi punto de vista, que analizan como algunos alimentos, o mejor, los componentes de algunos alimentos, afectarían a emociones y estados de ánimo como la "Dieta de la serotonina" de Lowri Turner o "Cocina para tu mente", resumida como "una fusión de neurociencia, alimentos y recetas para proteger la salud de tu cerebro", de Perla Kaliman y Miguel Aguilar.

Ya más clásicos, los recetarios de los grandes cocineros. Lo que cambia es quién merece la consideración de grande de la gastronomía. Ahora mismo, todos los que tienen un programa de cocina en la tele, todos los que participan en los concursos de la tele, los viajeros gastronómicos de la tele y sus allegados, y hasta Concha Velasco y Mariló Montero, que también salen en la tele.

De todos, precisamente por su sinceridad a pesar de su nombre, me siguen llamando la atención los libros de Falsarius Chef en los que enseña a cocinar, aparentemente bien, con enlatados, congelados y precocidados. Esto sí es cocina verité, aunque el mismo, en un arranque de autocrítica bienhumorada,  se refiera a ella como "cocina para impostores".

Pero, si un plato entra por la vista, resulta que un libro de gastronomía, también. De hecho existe un creciente coleccionismo de libros de cocina. Es difícil resistirse a esas ediciones, cuidadas al máximo, con excelente fotografías y nombres de platos prometedores, que a veces acaba siendo como un enorme y permanente desiderátum. Compitiendo en atractivo editorial encontré recetarios con delantal a juego, fichas de recetas en cajitas de latón de aire vintage y otra cosa curiosa: libros en la misma forma de los envases del producto en el que se basan los platos que muestra, Nutella, Ketchup, Cuétara, Babybel o Cola Cao.

Esta claro que, a pesar del auge de Internet y de Youtube, en gastronomía sigue habiendo espacio preferente para el libro físico, traspasando incluso su mera función utilitaria. Encontré un libro de "Recetas de la abuela" de Máxima Cuesta –un tema en principio poco original-  pero ilustrado Marina Arespacochaga con tanto mimo como si se tratara de un volumen de cuentos clásicos.

Ese aire de cuento o de comic lo adoptan también muchos libros para atraer a los niños hacia la cocina, aprovechando quizás el tirón de los concursos de cocina. Esto de la gastronomía para menores tiene varios beneficios: entretener a los niños sacándolos un rato de la play y la Tablet. O asegurarle a tu hijo una buena carrera profesional si, una vez que has constatado que lo suyo no es el tenis, descubres que es un nuevo David Muñoz.

 

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