Otras miradas

¿Quién dijo que el cargo de presidente moderaría a Trump?

Rosa Díez

En los días que sucedieron a la elección del cuadragésimo quinto Presidente de los EEUU fueron legión (políticos incluidos) quienes aseguraban a diestro y siniestro que el Presidente no iba a tener nada que ver con el candidato y que cuando llegara a la casa Blanca íbamos a descubrir al verdadero Trump.

Y, efectivamente, descubrimos al verdadero Trump sin necesidad siquiera de que Obama dejara la casa Blanca. La cuenta de Twitter del futuro inquilino se convirtió en el Boletín Oficial de los EEUU y a través de los desahogos en 140 caracteres de su titular supimos con quien hablaba, a quien adulaba, a quien insultaba, a quien reconocía, a quien negaba.... Siendo aún Presidente electo comenzó a amenazar a la prensa, a los diputados, a los jueces , a los servicios de inteligencia, a los artistas, a las empresas, a los mexicanos... Vagos, inútiles, lacayos de Clinton, mentirosos, sobrevalorados, traidores... fueron sólo algunos de los epítetos con los que adornó sus sentencias.

A pesar de lo evidente aun había muchos prescriptores de opinión que seguía esperando el milagro, eso es que Trump dejara de hacer todo aquello que le había permitido ganar las elecciones contra todo pronóstico. Hay quien actúa así porque tiene mucho miedo y prefiere pensar que el tigre se apaciguará si le miran con dulzura... Otros esperan porque pertenecen –o están cerca- a las elites y estas, mal que bien, sobreviven mientras el capital se realinea y se va adaptando a los ciclos. Así que unos y otros, como si no hubieran aprendido nada de sus erróneas predicciones sobre la crisis que se produjo en Europa cuando el nacionalismo (al que ahora prefieren llamar populismo) empezó a extenderse por los países de la UE relegando a los viejos partidos conservadores y socialdemócratas, siguen repitiendo con Trump el viejo soniquete. "No pasará nada...".

Y entonces, como para poner en ridículo a tanto bien-pensante (o inútil, particularmente en el caso de los políticos que tienen la obligación de ir por delante de los acontecimientos y no solo de escribir sobre ellos) llegó Trump. Hagamos un somero repaso a sus diez primeros días.

El viernes 20 tomó posesión con un discurso nacionalista, antisistema y proteccionista al grito de "América lo primero". Y para que quedara claro que se inauguraba un nuevo tiempo en el que el Presidente de los EEUU cree que las instituciones no le representan ni a él (primera autoridad) ni a los norteamericanos, lanzó todo tipo de descalificaciones y epítetos sobre sus representantes (congresistas, jueces, fiscales... y resto de autoridades que le acompañaban) que, según él, habían arruinado a los americanos mientras defendían el progreso de otras naciones del mundo. Sólo le faltó decir: "el mundo ens roba..."

Al día siguiente fue de visita a la CIA y aprovechó para declarar la guerra a los medios de comunicación y acusarles, falsamente (menos mal que existe su cuenta de Twitter) de haberse inventado su enfrentamiento con la Inteligencia norteamericana.

Paralelamente los portavoces oficiales de la Casa Blanca iniciaron una guerra de cifras sobre la asistencia al acto de la Inauguración y llegaron a decir que lo que ellos ofrecen son "hechos alternativos". ¡Cuánto me recordó a lo que escribió Hannah Arent a su vuelta del exilio sobre las versiones sobre el Holocausto frente a la verdad de los hechos...!

El cuarto día firmó una serie de acciones ejecutivas: salida de EEUU del TPP, congelación contratación federal. El quinto día, nueva ronda de órdenes ejecutivas: luz verde a la construcción de oleoductos. Y aprovecha para insistir en la falta de limpieza del sistema electoral por el que fue elegido Presidente, pues acusa a los "ilegales" de haber provocado ("de entre 3 y 5 millones...") que perdiera el voto popular. Por supuesto, no presenta ni una sola prueba.

El sexto día firma sus primeras órdenes ejecutivas sobre inmigración: construcción muro en la frontera México, más deportaciones, más agentes fronterizos... Y aprovecha su primera entrevista en TV para afirmar que la tortura y el ahogamiento simulado son herramientas efectivas en los interrogatorios.

El séptimo día, como para calentar la visita de Peña Nieto, Trump insiste en que México pagará el muro. Y la Casa Blanca sugiere como fórmula que aplicará un arancel del 20% a las importaciones desde México. El octavo día firma nuevas órdenes ejecutivas para restringir la inmigración; lo llaman "orden ejecutiva para defender la nación de la entrada de terroristas extranjeros a los EEUU", y supone la suspensión de todo el programa de refugiados por 120 días; la prohibición indefinida de la llegada de refugiados de Siria( Madeleine Albright anuncia que se registrará como musulmana); suspensión de 90 días de visados a inmigrantes de países y áreas designadas "de especial preocupación"; supresión de la renovación de visados sin entrevista. Conviene recordar que en campaña prometió prohibir entrada a musulmanes y "controles extremos" y ahora veta a todos los refugiados y a inmigrantes de siete países de mayoría musulmana.

Esta última orden ejecutiva ha provocado un caos en los aeropuertos, detenciones y retenciones a ciudadanos con carta verde, decenas de abogados trabajando a pie de terminal... Y una instrucción de la Fiscal General en funciones, Sally Yates (cesada fulminantemente), que anunció que el Departamento de Justicia NO defendería el Decreto pues no lo consideraba ajustado a derecho. Además ha sido condenado por dieciséis fiscales generales y bloqueado por cuatro jueces federales.

Bueno, pues esto solo en diez días. ¿Todavía hay quien cree que el Trump Presidente va a ser más moderado que el Trtump candidato? ¿Acaso conocen a alguien que cambie de estrategia, en los negocios o en la vida, cuando la suya le va bien y quien se hunde es el adversario?

No, Trump no va a cambiar. Quienes tenemos que cambiar somos nosotros. Y el cambio comienza por darnos cuenta de que lo que está pasando en Estados Unidos empezó primero en Europa sin que quisiéramos darnos cuenta de que se estaba repitiendo la historia de la primera mitad del siglo pasado. La situación es distinta, claro que si; pero el peligro es el mismo; y nuestra actitud, también. Tampoco entonces quisieron ver la tremenda capacidad destructora del nacionalismo hasta que devastó Europa.

Hoy, como lo hiciera hace un siglo, el discurso anti-político se extiende por todo el mundo; pero además hoy ese discurso se hace desde las propias instituciones democráticas, lo que le añade un enorme factor desestabilizador. Trum no es sino el síntoma de lo que está ocurriendo en el mundo: una plaga que cuestiona los valores de la civilización, la tolerancia, el pluralismo, el respeto y reconocimiento entre los diferentes, la libertad y la igualdad. Atajemos el problema real, no nos conformemos con caricaturizar a los personajes de turno. Hay millones de ciudadanos en el mundo dispuestos a votar el modelo de sociedad que defienden Trump y todos los nacionalistas que progresan a uno y otro lado del Atlántico. La gente ha sufrido mucho, ha visto como se le desmoronaban sus expectativas y tiene mucho miedo al futuro, aunque desde un punto de vista material este sea el mejor momento de la historia. La crisis económica que sufrimos ha venido unida a una crisis de valores, a una falta de pedagogía democrática; por eso hay millones de ciudadanos que votan demagogos que les "protejan" de los inmigrantes, de la globalización, de las nuevas tecnologías... Los que tienen papeles votan a quien les garantiza que levantará un muro para que no entre nadie más; los que han conseguido salir de la miseria votan a quien les promete que no permitirá que nadie venga a disputarle su parcela de pobreza... Y demasiados políticos, de uno y otro signo, se suman al discurso nacionalista para defender su propia supervivencia.

Son las democracias liberales, las que creímos que llegaban para quedarse, las que están en riesgo. Si no somos conscientes de que hay que dar nuevas respuestas políticas a una sociedad mundial de ciudadanos perplejos que han perdido referencias, que tienen miedo sobre su futuro y están a punto de perder colectivamente la esperanza, el nacionalismo, el populismo y la anti-política se llevará la democracia por delante. Actuar ante esta situación empieza por reconocer la envergadura del problema. Tenemos poco tiempo.

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