Otras miradas

Las mujeres del frío

Paula Quinteiro

Diputada de Podemos en el Parlamento de Galicia

La situación de las trabajadoras del sector de elaborados del mar y congelados en Galicia era desconocida para la mayoría de la población hasta el pasado otoño, cuando protagonizaron una huelga histórica que las colocó en las portadas de los principales medios del país y que sacó a la luz las condiciones laborales de  semiesclavitud que padecen. Por primera vez, una cadena de televisión les dio la oportunidad de exponerlas públicamente a nivel estatal y en horario de máxima audiencia. Gracias a ese impacto, su problemática dejó de permanecer oculta para una buena parte de la población de Galicia, donde se ubican la mayoría de las empresas del sector, pero también del resto del Estado, que pudo ser consciente de una situación que hasta entonces pasaba desapercibida.

Cuando pasamos por expositores de productos ultra congelados o elaborados del mar (gambas, sepias, pescados varios, etcétera.) estamos pasando por delante del resultado de un oficio duro, mal pagado y con condiciones laborales pésimas. El resultado del trabajo de mujeres como Luisa, que contaba cómo cuando lloraba de dolor, con las manos hinchadas y vendadas, sus compañeras le decían: «Aquí lloramos todas»[1]. Son las consecuencias de un sistema desaprensivo que les roba a esas mujeres la salud y la vida, y que además se ampara en una invisibilidad que normaliza la injusticia y la explotación.

Manifestación de trabajadoras del sector de elaborados del mar y congelados.
Manifestación de trabajadoras del sector de elaborados del mar y congelados.

No pondré de nuevo encima de la mesa a descripción de las condiciones de explotación física y psíquica de estas trabajadoras. Nada más ilustrativo que su testimonio en primera persona. Lo que me gustaría resaltar es que si esas mujeres pudieron salir por televisión y hacernos conscientes de lo que estaba pasando fue gracias a que el pasado 22 de octubre decidieron plantarle cara a la patronal organizando la primera huelga del sector. Porque se negaron a resignarse. Y, así, ganaron.

Sus demandas eran básicas: mejorar unas condiciones laborales que en el imaginario popular sólo son posibles en lejanas fábricas de otros países; limitar las interminables jornadas laborales; cobrar 900 euros al mes; poder descansar 15 minutos para tomar un bocadillo sin que ese tiempo se les descuente del salario; poder llevar a sus hijos e hijas al médico y controlar la subcontratación de compañeras a través de empresas de trabajo temporal, que en algunas empresas llega al 75%.

No fue sencillo. Fueron jornadas exitosas a pesar de las muchas dificultades, de las cargas policiales que dejaron varias mujeres heridas, y del uso de revienta huelgas por parte de los empresarios. Los elementos clásicos de defensa de los trabajadores estuvieron presentes: solidaridad, dignidad y resistencia frente a la represión de las fuerzas de seguridad y el matonismo patronal.

Las trabajadoras no bajaron la cabeza y les torcieron el brazo a los patronos. A finales de noviembre se firmó un acuerdo que luego sería ratificado por las asambleas. Un primer paso que tiene una doble cara: de una parte, las mejoras materiales que se consiguieron de forma inmediata. De otra, la carga simbólica de su victoria.

En un contexto de desvalorización salarial y propagación de la precariedad a todos los ámbitos de nuestras vidas, singularmente en el caso de las mujeres, cada triunfo, por pequeño que pueda parecer, actúa como ejemplo y revulsivo para que podamos seguir organizándonos contra un modelo de sociedad profundamente injusto.

En un momento donde todo parece haberse convertido en una mercancía, donde nuestras libertades se reducen cada vez más a la libre competencia en los mercados, cada conquista es una trinchera sobre la que construir el futuro.

A pesar de que nos quieren imponer la fragmentación y el individualismo como reverso de la precariedad, aparecen resistencias que nos recuerdan que la solidaridad sigue siendo la herramienta más potente de la que disponemos para conquistar derechos.

Aquellas trabajadoras del sector de elaborados del mar, las mujeres del frío, que paralizaron el sector hace apenas cuatro meses con una huelga en defensa de sus derechos más básicos, lo demuestra. Su ejemplo lo es también para todas aquellas que secundaremos este viernes un nuevo paro en defensa de una sociedad más justa, igualitaria y solidaria. En defensa de una sociedad feminista.


NOTAS
[1] Recogido en el libro ‘Alén da casta’, de Xabier Pérez Dávila, Laiovento, 2016.

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