Otras miradas

La desesperante agonía del gobierno JxC-ERC

Miguel Guillén

Politólogo

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, y el vicepresidente del Govern y conseller de Economía y Hacienda, Pere Aragonès, durante una sesión plenaria en el Parlament. E.P./David Zorrakino
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, y el vicepresidente del Govern y conseller de Economía y Hacienda, Pere Aragonès, durante una sesión plenaria en el Parlament. E.P./David Zorrakino

La última remodelación del gobierno de la Generalitat, con el cambio de tres de los consellers de Junts per Catalunya (JxC), no hace más que acentuar la sensación de agonía existente en el ejecutivo encabezado (al menos teóricamente) por Quim Torra. Agonía que, obviamente, también sufre una legislatura que hace demasiado tiempo que está tocada de muerte. Hay que recordar que a finales del pasado mes de enero (hace ya más de siete meses), Torra dijo que daba por agotada la legislatura por la desconfianza existente entre los socios de gobierno, en un indisimulado ataque a Esquerra Republicana (ERC), y que próximamente convocaría elecciones anticipadas. Estos tres cambios en las conselleries de Interior, Cultura y Empresa sólo se pueden leer en clave partidista, y cualquier persona mínimamente informada verá que se han hecho para intentar que JxC pueda sacar algún beneficio particular, sobre todo a raíz de la ruptura con el PDECAT y el proceso (aunque incipiente) de creación del nuevo partido liderado por Carles Puigdemont desde Waterloo. Sólo los crédulos incondicionales del puigdemontismo pueden tragarse que la remodelación del Govern se hace para reforzar la Generalitat o beneficiar al país.

El periodista Enric Juliana habla a menudo del "gen convergente", refiriéndose a la idiosincrasia, modos de hacer política, capacidad de mutación, resistencia y espíritu ganador de los herederos de Convergència (partido y militancia). La nueva mutación, en este caso Junts per Catalunya, quiere presentarse como un nuevo partido libre de toda atadura con la antigua Convergència, pero por muchos esfuerzos que se quieran hacer, la gran mayoría de líderes y cuadros del partido tienen su pasado en el partido de Jordi Pujol, ya no digamos en el recientemente repudiado PDECAT. Cuando pensábamos que las rencillas internas y el cainismo eran exclusivas de las formaciones de izquierdas, he aquí que asistimos al lamentable espectáculo que nos han mostrado desacomplejadamente JxC y PDECAT en las últimas semanas. Alguien pensará, y no sin razón: ¿si no saben gobernarse ellos mismos, como quieren gobernar un país?

En los últimos días un buen número de miembros del PDECAT han anunciado que rompen el carné del partido para entrar a formar parte exclusivamente de JxC, siguiendo a Puigdemont. Pero a alguien le debería hacer sospechar que los nombres que han ido apareciendo en la prensa son exclusivamente de personas con cargo (y sueldo) o expectativa de cargo (y sueldo), a nivel nacional y también local. A nadie se le puede escapar que son muchos los cargos que dependen de la lealtad al partido, o mejor dicho, a Puigdemont, y quien se mueva acabará por no salir en la foto. Díganme malpensado, pero a veces parece que todo esto no va de independencia ni grandes proyectos de país, sino algo más mundano: la subsistencia personal, el cargo, el sueldo. Cargos y sueldos autonómicos, dicho sea de paso.

Parece ser que Quim Torra ya tenía pensado hacer una remodelación de su Govern antes de la ruptura de JxC con el PDECAT, pero es imposible no vincular el cese de Àngels Chacón con este hecho, teniendo en cuenta que era la única consellera que quedaba en el ejecutivo con carné del PDECAT. Los casos de Buch y Vilallonga obedecen a otras cuestiones, indudablemente, pero que los medios de comunicación y también destacados dirigentes del PDECAT hablen directamente de "purga" no es en absoluto extraño. En definitiva, se remodela el Govern y el mensaje es claro: no hay ninguna intención de poner fin a la legislatura, al menos de forma inmediata. Menos cuando el nuevo partido de Puigdemont aún debe construirse, nacional y territorialmente. Poner las instituciones al servicio de un solo partido es algo que ya se ha hecho en el pasado, y no sólo en nuestro país, pero eso no quiere decir que no sea igualmente condenable que se ponga la Generalitat al servicio de una sola opción política, cada vez más aislada en la supuesta pureza independentista. Sin embargo, sorprende que ERC no muestre una mayor contundencia en la denuncia de esta utilización tan descaradamente partidista de la institución, una institución que, desgraciadamente, cada vez está más desprestigiada. Que Torra haga una remodelación de gobierno sin consultar con los socios de ERC lo podríamos calificar al menos de desleal. Si encima un neoliberal como Ramon Tremosa es una de las personas elegidas para convertirse en conseller, es difícil creer que en las filas de ERC nadie se haya puesto las manos en la cabeza. Seguramente Gabriel Rufián lo ha hecho, teniendo en cuenta que considera que a la hora de pactar los presupuestos del Estado hacerlo con Ciudadanos es incomptatible, "no sólo para ERC, sino para las izquierdas".

Hablemos por ejemplo de Ramon Tremosa. Hay quien ha leído su nombramiento como una provocación en toda regla, en ERC y también en menor medida en Catalunya en Comú-Podem, que facilitó la aprobación de los últimos presupuestos de la Generalitat. Tremosa fue eurodiputado de CiU entre 2009 y 2019, y hay que tener en cuenta que en 2009 el viejo partido de Pujol y Mas no se proclamaba (todavía) independentista, sino que pactaba con el PP sin problema y en cuanto recuperó el poder en la Generalitat actuó como una formación considerada alumna aventajada de los postulados de la austeridad promovidos por el neoliberalismo. De hecho, Tremosa no se escondió nunca y son suficientemente conocidas sus opiniones claramente de derechas y neoliberales. Incluso llegó a publicar algún artículo cuestionando el derecho de voto de las personas migradas, insinuando que votarían opciones como el PSC y eso no convenía. Los otros dos nuevos consellers, Miquel Sàmper (Interior) y Àngels Ponsa (Cultura) también han tenido una destacada militancia en las filas de CiU: el primero fue candidato de la coalición a la alcaldía de Terrassa y diputado en la Diputación de Barcelona, ​​mientras que Ponsa ocupó diversos cargos también con CiU, como por ejemplo diputada en el Parlamento y teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès. Así que, de nuevo, decir que JxC no tiene nada que ver con Convergència parece más un chiste poco elaborado o una broma de mal gusto.

¿Que nos espera en el futuro más inmediato y en este inicio de curso en Cataluña, pues? Está previsto que en las próximas semanas Quim Torra sea cesado de su cargo de President si el Tribunal Supremo ratifica la sentencia del Tribunal Superior de Justicia por desobediencia (recuerden el lamentable espectáculo de la pancarta colocada en el balcón del Palau de la Generalitat durante la campaña electoral), algo bastante probable. Torra ha afirmado recientemente que ha desobedecido y que seguramente volverá a desobedecer en el futuro. Desobedecer, se entiende, siempre y cuando la pena sea asumible, como es el caso, porque a nadie se le escapa que cesar un President que está deseando abandonar el cargo es un castigo que le saldrá muy barato para inmediatamente erigirse en mártir de la causa (no sabemos cuál exactamente) y poder visitar las ferias populares los fines de semana como ex President, haciéndose fotos y disfrutando del aura heroica que sus partidarios más acérrimos le otorgarán y agradecerán. Torra ha explicado también que, si es cesado, en ningún caso la mayoría independentista debería elegir un nuevo President, sino que debería dejar el cargo vacante. Se aproxima pues un nuevo choque entre JxC y ERC, pues Pere Aragonès, como Vicepresident, debería sustituir provisionalmente a Torra hasta unas nuevas elecciones. Imaginen la jugada, porque es fácil de prever: Torra se aferra al cargo (o bien exige que se deje vacante) y obliga a ERC a hacer caso al tribunal español y obligarle a abandonar, para situar a Pere Aragonès en su lugar. Ya se lo pueden imaginar: los ataques que ha sufrido Roger Torrent en esta legislatura por parte de JxC quedarían en una mera anécdota comparados con los que recibiría Aragonès si acaba situándose como President provisional. Y mientras tanto, hay que recordarlo, Junqueras, líder de ERC, está en prisión, mientras que Puigdemont no.

Los ataques de JxC a ERC están perfectamente previstos y planificados, y el argumentario a utilizar es bien sencillo y conocido por todos. El gen convergente aparecerá en su versión más inflamada para evitar lo que no ha ocurrido en los últimos cuarenta años: que ERC gane unas elecciones al Parlament de Catalunya. Porque no seamos ingenuos: quizá las encuestas apuntan a que esta victoria es posible, pero todo el mundo sabe que en el último minuto la tortilla puede girarse. Sin embargo, hay que recordar que en los últimos comicios la primera fuerza fue Ciudadanos, la segunda JxC y la tercera ERC. Nadie prevé que C's vuelva a ganar las elecciones, pero seguro que nadie se atreverá a apostar dinero a la victoria de ERC sobre JxC. Yo personalmente no lo haría.

Torra (con el permiso de Puigdemont) tiene acceso al botón rojo de la convocatoria de elecciones, sí, pero ERC también tiene su parte de responsabilidad en el alargamiento de la agonía de esta legislatura y este Govern. Y quizás sería el momento de soltar lastre, enfrentarse definitivamente a JxC y abandonar el ejecutivo. Llega un momento en que los desaires son tantos y tan graves que la dignidad debe prevalecer en política.

Me gustaría ir concluyendo este artículo con un aviso a las izquierdas catalanas: la ruptura de la derecha independentista habría que explotarla con más decisión. Pocas cosas alejan más del electorado que los conflictos internos en los partidos, y la ocasión que brindan estas nuevas elecciones puede ser de oro, con probablemente tres candidaturas diferentes que representan ramas del mismo árbol convergente. Seguramente todavía faltan años y muchas heridas por curar para volver a tener un gobierno de izquierdas en Cataluña, pero la situación actual es especialmente delicada. Si la crisis política e institucional ya era grave en Cataluña y en toda España, la pandemia hace que sean más necesarias que nunca unas instituciones fuertes al servicio de la ciudadanía. Unas instituciones que dejen atrás esta etapa de desprestigio que ha sufrido particularmente la Generalitat. Porque puede ser dramático que una parte importante de la ciudadanía, y eso ya está pasando, perciba las instituciones como algo innecesario y prescindible. Esto, particularmente las clases populares, no se lo pueden permitir. Por ello, además del eje izquierda-derecha o el eje nacional, habrá que contemplar en estos próximos comicios un nuevo eje donde tengamos en cuenta si una candidatura está capacitada para gestionar las instituciones o no. Si las pondrá al servicio de la ciudadanía para resolver sus problemas cotidianos o, por el contrario, sólo las necesita para beneficiar a un partido determinado y repartir cargos y sueldos. La actitud de los dirigentes de JxC es muy irresponsable en este sentido. E insisto: ERC es corresponsable de la gestión de la Generalitat, donde además dirige importantes conselleries.

Comienza un curso político que será determinante, mucho más de lo que nos podemos pensar. Y no es una buena noticia que un Govern de la Generalitat tocado de muerte, plagado de desconfianzas y en plena guerra fría entre socios, sea el encargado de gestionar la crisis sanitaria, económica y social que ya estamos sufriendo. Por responsabilidad, pongan las urnas. Queremos votar.

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