Otras miradas

¿Es la India nuestro futuro industrial?

Pablo Sánchez

Responsable de Campañas de la Federación Sindical Europea de Servicios Públicos

Los vehículos circulan en medio de la contaminación de Nueva Delhi. REUTERS/Anushree Fadnavis
Los vehículos circulan en medio de la contaminación de Nueva Delhi. REUTERS/Anushree Fadnavis

La Comisión Europea presentó el pasado 5 de mayo su nueva estrategia industrial. Se trata de la primera propuesta de este tipo después de cierto tiempo y es que, durante décadas, particularmente desde que el comisario de la competencia Bolkestein presentara, a principios de este siglo, su polémica directiva sobre servicios, la estrategia industrial europea tenía un nombre: el mercado único (y también la idea de que la mejor política industrial era que NO hubiera política industrial). O en la jerga europea política de competitividad. Para ilustrar esto, por ejemplo, en el tratado de funcionamiento de la UE, el término política industrial no aparece ni una vez.

Desde hace ya unos años se está debatiendo de la necesidad de que Europa sea un actor industrial a escala planetaria y haga frente a sus rivales de ultramar, particularmente China. Hasta ahora la idea dominante era la creación de lo que en los círculos comunitarios llaman "campeones nacionales", esto es, los caballos blancos de la industria europea.

Las multinacionales francoalemanas del automóvil, las químicas o las farmacéuticas, las empresas líderes de la logística de los Países Bajos, las empresas del know-how y de la transición energética nórdicas, las navieras griegas, etc... En dicha división de trabajo también encontramos los paraísos fiscales luxemburgués o irlandés y la capacidad de generar mano de obra barata de los antiguos países del bloque del este y por supuesto las playas de nuestro precioso litoral y sus hoteles construidos por las grandes constructoras que tanta felicidad han generado en nuestro país.

La pandemia ha puesto en evidencia que en realidad dicho modelo dejaba mucho que desear. De hecho, la Comisión ha hecho un estudio (en el marco de su nueva política industrial) que ha identificado 137 dependencias estratégicas de las cuales más de la mitad provienen de sectores industriales chinos. También se han identificado 34 productos de difícil obtención (minerales raros, patentes, etc.) en los que hay que buscar alternativas. O sea que, en la especialización y creación de campeones industriales, la práctica totalidad de países europeos ha preferido buscar productos chinos más baratos. O, dicho en otras palabras, las élites industriales en vez de hacer apuestas arriesgadas e invertir en la industria europea han preferido la mano de obra barata china (que es parte la causa de su éxito) para mantener sus niveles de rentabilidad. Y claro, es difícil igualar las condiciones laborales de nuestro continente a las chinas, pese a que instituciones como la troika lo hayan intentado duramente la última década.

En última instancia, la política industrial propuesta por la Comisión Europea se basa en crear mecanismos de defensa comerciales para asegurar que los llamados ecosistemas industriales soporten la competición de China (y otros competidores). En sectores como el acero dicha defensa pasa por una tasa sobre el carbón, en la aeronáutica protecciones medioambientales. Para todo ello la Comisión ha identificado cuatro sectores clave; lanzadoras espaciales, aviones de bajas emisiones, tecnología informática (en la nube) y superconductores. Hasta aquí todo lógico.

Pero hemos pasado del "el mercado lo regula todo y hay que promover la iniciativa privada" al "vamos a fomentar, gracias a trabas en el comercio internacional (que es lo que las tasas de carbono son para que nuestros sectores clave se desarrollen". La patronal europea sin duda da la bienvenida a otro ingreso de millones de euros después de la propuesta de relanzamiento económico más grande de la historia de integración europea (Next Generation EU). En ningún momento la propuesta intenta mejorar las condiciones de trabajo, reducir la jornada laboral (competencia europea, por cierto) para aumentar la productividad. Siempre se trata de dar más dinero a los responsables de la desindustrialización y continuar el mantra del mercado.

¿Será suficiente?

Hemos visto como al inicio de la crisis del covid19 la producción just in time y la falta de stocks para reducir al mínimo los costes mostraron todas sus limitaciones. Dichos sistemas sólo benefician al accionariado de la empresas y no al ciudadano de a pie. Inmediatamente después vimos la guerra abierta entre estados europeos reteniendo material: ventiladores, mascaras. Mientras todos y cada uno de los socios europeos compraban a China. Algunos incluso requisaban los productos chinos que pasaban por su territorio en un alarde de solidaridad europea.

Los grandes planes de la Comisión para relanzar la economía, el Next Generation EU del que ya hemos hablado son, en prácticamente todos los países, grandes planes controlados por un puñado de esos campeones nacionales de los que hablábamos antes. En España 15 proyectos acaparan el 70% de los fondos, dichas cifras se repiten en otros países como Italia.

Para garantizar cualquier mejora en la capacidad industrial harán falta millones y los sectores escogidos por la comisión no podrán producir los bienes baratos que son necesarios para las cadenas de valor. Por ejemplo, no se habla prácticamente de componentes médicos como los que se necesitan para hacer PCR y otro tipo de prueba médica. ¿Cómo vamos a romper la dependencia de China sin asegurar una capacidad industrial en sectores donde no habrá tanta inversión?

Los datos de los últimos años nos muestran que los detentores de capital cada vez invierten menos en la economía productiva y cada vez más en la bolsa y en sectores más lucrativos. Ante tal disyuntiva la Comisión Europea, nunca falta de ideas brillantes, ha tenido una que sólo puede ser calificada de genialidad.

Para reducir la dependencia de China en productos industriales que no pertenecen a los ‘ecosistemas industriales’ clave, vamos a firmar un acuerdo comercial con la India. Además, ahora ya sabemos que China es una dictadura tiránica y la India la mayor democracia del mundo, con lo cual el plan no tiene debilidades.

Una solución o un problema

En la cumbre en Oporto donde líderes europeos prometieron construir la Europa social por la enésima vez (después de firmar el Pilar europeo de derechos sociales en 2017, ahora se firmó el compromiso de Oporto sobre la Europa Social). Ahora los millones de trabajadores europeos en EREs y ERTEs tienen la promesa de que todo irá mejor y podrán dormir tranquilos.

Pero al día siguiente la apretada agenda europea llevo a una reunión con el ministro de asuntos exteriores indio. Allí se anunció que la Unión relanzaba formalmente las negociaciones con la India, con el objetivo de abrirse al mercado indio y poder sustituir la dependencia con China.

En 2013 las negociaciones con la india fracasaron ya que los dos temas fundamentales de un acuerdo comercial con la India son la agricultura y el automóvil. Este último sector tiene unos aranceles al automóvil importado del 125% (algo bastante inusual en el 2021)

Después de ver a millones de campesinos indios manifestarse contra el gobierno de Modhi, la Comisión Europea se pone del lado del gobierno indio ya que una de las reivindicaciones de dichos campesinos era la no apertura del mercado indio.

Sin duda la idea de intentar solucionar los problemas de abastecimiento y capacidad industrial del viejo continente entrando en una negociación comercial con la India sólo puede ser calificada de idea genial de alguna lumbrera de las consultoras a sueldo de las grandes multinacionales.

La realidad es que la pandemia ha puesto en evidencia que cualquier política industrial seria necesita del sector público y la participación estatal. Necesita de un gobierno (en el caso europeo, varios gobiernos) que decida abandonar la vieja idea que el mercado es el único regulador y tomar en sus manos los sectores clave de la economía con un objetivo diferente, no el de apaciguar al accionariado deseoso de rentabilidad sino el de satisfacer las necesidades fundamentales de una sociedad que exige una mejor y más justa distribución de recursos. Incluso, si la Comisión no fuera prisionera de su propia propaganda podría proponer empresas públicas europeas (una evolución del programa galileo) y dejar de promover las colaboraciones público-privadas. Pero en este continente se trata de dar dinero a las multinacionales europeas y no tasarlas mucho no fuera que se enfadaran.

Asumo que los partidos que defienden los intereses de dichos accionariados no planteen soluciones alternativas. Pero aquellos gobiernos que se autoproclaman progresistas deben utilizar todos los mecanismos existentes y poner al servicio de la mayoría los sectores industriales clave. De la misma manera que las aerolíneas han sido salvadas y ahora están bajo control estatal (Alitalia, Lufthansa), de la misma manera que se salvaron los bancos y pasaron a manos públicas para luego regalarlos a sus antiguos propietarios, es hora de que sectores industriales claves pasen a manos públicas, pero esta vez para crear empleo, distribuir riqueza y construir mejores sociedades. Sinceramente, para dicho plan un acuerdo comercial con la India es una idea tan rocambolesca como intentar crear una liga de equipos europeos con sólo 12 equipos autoproclamados, pero aquí los Florentinos de este continente sí tienen en sus bolsillos a los que deciden.

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