Carta con respuesta

Novelistas

El otro día fui a una nueva librería de Zaragoza a la presentación de la última novela de Javier Tomeo. Después de la presentación compré dos novelas, ninguna de ellas era la de Tomeo. Parece una traición al autor, pero es que he leído de él una veintena de historias y su estilo lo conozco al dedillo. Una vez me encontré a Tomeo de paseo por Alquézar; alguien le dijo que yo había leído veinte novelas suyas y él comentó que ya era mérito por mi parte. Él mismo ha dicho en alguna ocasión que siempre escribe la misma novela, y después de leídas veinte es razonable que se pierda interés. No cumplí pues con Tomeo pero sí con la librería. Ya es mérito abrir una nueva librería, por cierto. Una de las novelas que compré fue de Ignacio Martínez de Pisón, también de la tierra y habitante de Barcelona. Así que la traición sólo fue a medias. Todo, de algún modo, quedó en casa.

Antonio Nadal Paría Zaragoza

No conozco mucho la obra de Javier Tomeo, y lo lamento, porque lo que conozco me gusta. Si usted dice que siempre escribe más o menos la misma novela, le creo. Hay muchos escritores que lo hacen. Sin embargo, en mi opinión, eso no tiene nada de malo. Por ejemplo, entre los más grandes, Juan Marsé. Todas las novelas de Marsé son la misma, aunque en cada ocasión la intenta escribir mejor y a menudo lo consigue.

Hay otros escritores, en cambio, que se proponen algo distinto en cada novela. Miran hacia otro sitio, utilizan otra técnica, escriben de forma diferente. Por ejemplo, Cervantes. Alguna vez he dicho que Cervantes era un arribista, un tipo que quería triunfar a toda costa (lo cual tampoco tiene nada de malo). Escribió casi todo lo que estaba de moda en su época, desde picaresca (alguna de las Novelas ejemplares) hasta su infumable novela pastoril, pasando por la indigesta novela bizantina (el Persiles y Sigismunda). Viejo, agotado y desengañado, cerró un buen día de golpe esa puerta que da a la fama, a los suplementos literarios y a los premios nacionales, y abrió la ventana, esa ventana que da a la vida y a la calle. Entonces escribió el Quijote. Ese portazo es el que salvó la literatura en español, aunque al pobre Cervantes tampoco le dio el prestigio que buscaba. En su época, el premio Cervantes se lo habrían dado siempre a Lope de Vega.

Al final, da lo mismo. Da igual que uno escriba la misma novela varias veces o una novela diferente cada vez. Como decía Flaubert: "un autor no elige sus temas: los soporta". Como decía alguien: tener una idea no es tan fácil; tener dos, es casi imposible. Una de las pocas personas que consiguió tener dos ideas a lo largo de una vida fue Wittgenstein. Y, como era de esperar, una contradecía a la otra: ¡nadie es perfecto!

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