A ojo

Lo inexcusable

Leo en los periódicos que "el silencio del mundo es inexcusable" ante lo que está pasando en Sri Lanka, la antigua Ceilán. Una inmensa matanza que ha provocado el desplazamiento forzoso de cientos de miles de civiles.

Y sí, es inexcusable. Pero ¿y el silencio frente a lo que pasa en Colombia? Ya son cuatro millones y medio de personas las desplazadas del campo por la violencia (casi el 10% de la población del país), que se rebuscan la vida vendiendo fruta en los semáforos de las ciudades o escarbando en los cubos de basura. El Congreso de la República, en su sabiduría, acaba de votar una ley que prohíbe a los indigentes escarbar en las basuras bajo pena de multa equivalente a dos salarios mínimos, que no gana ninguno. Otra ley que castigaba las ventas callejeras se estancó por el momento, pues los legisladores estaban ocupados reformando la Constitución para permitir la reelección por segunda vez del presidente Álvaro Uribe. El índice de paro (registrado) es el más alto de la historia del país y el más alto de América Latina. La violencia del campo –guerrillas, contraguerrillas, narcotráfico– sigue generando desplazados a un ritmo mayor que el que existe en Darfur, en Sudán. Y el silencio del mundo es estruendoso. Inexcusable, sin duda. Pero ha sido excusado.

A propósito: no se volvió a hablar de lo de Darfur.

Tampoco se habla mucho de lo de Chechenia, en donde oficialmente terminó la guerra, pero en donde la guerra sigue en medio del silencio. A veces salen fotos, tan pálidas y desvaídas que parecen fotos viejas de la Primera Guerra Mundial. De la cual, por cierto, nadie ha vuelto a decir nada. ¿Se acuerda alguien de aquella Primera Guerra? (¿O de la primera del Golfo?) ¿De la de los Cien Años? ¿De las del
Peloponeso?

Tal vez, cuando esta nota se publique, lo que está pasando en Sri Lanka, ante el silencio inexcusable del mundo, haya terminado de pasar. Y ya no se habla más de ello.

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