A ojo

Ideología y práctica

Anda muy enredado el presidente Barack Obama con su plan de reforma del sistema de salud de los Estados Unidos. Es bastante modesto. Más que el de cualquier país de Europa occidental, e incluso que el de los más reaccionarios del mundo: apenas si supera en ambición social al que reguló en la Prusia del siglo XIX el canciller Bismark, o al que hizo financiar por la corona el rey San Luis de Francia para los caballeros que volvieran ciegos de las Cruzadas. Pero se oponen a él con todas sus fuerzas todas las formas de la derecha norteamericana. Y al parecer Obama va perdiendo la batalla.

Es comprensible que se opongan al plan las empresas de seguros médicos, los propios médicos y la industria farmacéutica. Pierden. Es decir, para ser más exactos: ganan menos. También es comprensible que, persuadidos o seducidos por los lobbies de los seguros y los laboratorios, también se opongan muchos congresistas, incluso dentro del partido del presidente. También ellos pierden. Es decir: ganan menos. Su interés, o al menos su interés inmediato, está ahí. Pero resulta incomprensible que se opongan a la reforma de Obama los norteamericanos en su conjunto, que son los interesados más directos: los que ganan. Pues introduciría la competencia estatal o cooperativa dentro del negocio privado de la salud pública, lo cual reduciría su costo (que en los Estados unidos es el más alto de todos los países desarrollados) y la pondría al alcance de los que hoy carecen de seguro (un tercio de la población norteamericana): no los muy pobres sino, sobre todo, las clases medias empobrecidas por la crisis económica.

Que se opongan ellas mismas es un triunfo perverso de la ideología sobre la práctica: de la insensatez sobre la razón. Desde la derecha política les dice la ex candidata vicepresidencial republicana Sarah Palin que el plan de salud de Obama es "de inspiración diabólica". Y desde la derecha teológica les dicen los telepredicadores que sus modelos son, a la vez, Hitler y Stalin. Porque "ya hubieran querido esos dos tener un instrumento como este (el sistema de salud pública de Obama) para despachar a los millones de personas que mataron". Pero la apuesta, justamente, es ideológica. Y en este plan de salud, más que en el del rescate de la economía o en la propuesta de un nuevo juego internacional, terrenos en los que el peso del presidente es menor frente a la inercia histórica del inmenso país del cual es transitorio timonel, es donde se la juega Obama.

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