A ojo

Filantropía

Dos de los hombres más ricos del mundo, Bill Gates, dueño de Microsoft, y el gran inversionista Warren Buffett, acaban de adquirir el compromiso de donar la mayor parte de sus fortunas a obras de caridad o, para darle mayor glamour al asunto, a la filantropía.
Han convencido a otros 40 multimillonarios de los Estados Unidos de que hagan lo mismo, y ahora andan de viaje para persuadir a los super-ricos de otros países. Se han tropezado, informan los periódicos, con la negativa en redondo del más rico del planeta: el mexicano Carlos Slim, a quien le parece absurdo entregar su dinero para que lo maneje alguien que no sabe. Es decir, un pobre.

La filantropía no es nueva. Se ha practicado desde la más remota antigüedad. En los Estados Unidos forma parte de la vida cotidiana de los ricos, e incluso de los no muy ricos, y les sirve no sólo para ganar prestigio social –a la manera de un Carnegie o un Rockefeller–, sino también, de pasada, para pagar menos impuestos.Hace unos años fue famosa la donación de mil millones de dólares que le hizo el multimillonario Ted Turner a las Naciones Unidas. Con ella se creó la United Nations Foundation, de la cual fue nombrado presidente... sí: Ted Turner. Quien además se ahorró en impuestos más de lo que había donado. Deberían designarlo para que le explique a Slim las mieles de la filantropía.
Quienes saben echar cuentas en el mundo de las cifras astronómicas dicen que las sumas que podrían aportar los megamillonarios del mundo, si llegan a hacerlo, no son muy grandes en comparación con lo que ya se invierte en actividades filantrópicas en los Estados Unidos: le sumarían 30.000 millones de dólares anuales a los 300.000 del flujo actual: un 10%. Y recuerdan en cambio que hace seis años el mismo Bill Gates, esa vez en compañía del financista George Soros, le había aconsejado al entonces presidente George W. Bush que aumentara los impuestos de sucesión de las grandes fortunas; única manera, según ellos, de impedir que se consolidara en los Estados Unidos una aristocracia hereditaria del dinero, contraria al espíritu de la nación desde sus orígenes.

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