Balagán

El futuro de Netanyahu en cuestión

Benjamín Netanyahu atraviesa el momento más complicado de su carrera política. Después de más de una década en el poder, el primer ministro israelí está siendo fuertemente cuestionado por la oposición, aunque no debe olvidarse que la oposición es minoritaria y que los sondeos confirman que si ahora hubiera elecciones el bloque de la derecha y los religiosos obtendría una mayoría absoluta que no obtuvo en las elecciones de la primavera.

Durante sus recientes mandatos, Netanyahu ha logrado convertir a Israel en el país hegemónico y decisivo en Oriente Próximo. Esto ha sido imposible gracias a dos hechos: su indudable capacidad para manipular a amigos y enemigos, y la renuncia de la administración de Donald Trump a tener una política propia en la región, dejando todo en manos de Netanyahu.

Si a esto añadimos la total inoperancia de la Unión Europea, es fácil comprender que Israel se esté saliendo con la suya en todos los frentes, que no son pocos.

Los problemas que tiene Netanyahu no se originan en el exterior, sino en el interior, aunque hay que insistir que una mayoría de israelíes le apoyan a él y a los partidos coaligados con el Likud.

Sus problemas están particularmente relacionados con el proceso por corrupción que se está juzgando en el tribunal de distrito de Jerusalén y sus ramificaciones.

Netanyahu mantiene un pulso directo con todos los estamentos relacionados con su caso de corrupción, desde la judicatura hasta la fiscalía pasando por la policía y la prensa.

Ha confesado que su objetivo es acabar con un sistema que Netanyahu y la derecha considera izquierdista. El estado fue fundado por idealistas de izquierda que durante décadas dieron forma a un estado que en opinión de Netanyahu no sirve para los tiempos actuales.

Sin dejar de ser local, su lucha se extiende al resto del mundo. Un ejemplo claro es la actitud de Netanyahu contra Europa y su apoyo a los gobiernos y partidos neoliberales, populistas y nacionalistas, especialmente del este de Europa, pero también del oeste de Europa.

Una caída de Netanyahu, que a día de hoy sigue pareciendo improbable, no solo tendría repercusiones profundas en Israel sino también en las relaciones internacionales, y particularmente en Europa.

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