Monstruos Perfectos

Danzad, malditos

Algo está pasando con el baile en los últimos años, algo muy raro que ha hecho que se convierta en gran espectáculo televisivo y en fotonoticia. Que lleva a los famosos en declive a las televisiones y los pone a bailar por dinero, que se ganan con el sudor de sus maillots en los ensayos. Que hace que los poderosos, en sus viajes exóticos, parezcan sucumbir a los ritmos locales que les ponen a menearse con más bochorno que gracia, mientras los guardaespaldas aguardan y observan sin un mínimo rictus. No sé lo que es. Pero es extraño. Dancing with the stars, Mira quién bailaSo you think you can dance obtienen audiencias millonarias en todo el mundo.  Los periódicos llevan en sus páginas imágenes de políticos, príncipes, ministras y otras celebridades practicando la danza.

Los estamos viendo bailar. Y ellos lo saben. Aunque quizás no sea tan raro. Tal vez no sea más que lo de siempre, pero en público, transmitido, impreso, televisado. Es posible que en realidad me esté preocupando por nada, como siempre, y el baile continúe siendo ese ritual apareatorio que los animales y los seres humanos llevamos practicando toda la vida. Que sigamos bailando para llamar la atención, seducir y mostrarnos. Que estén bailando para nosotros. Y que estemos disfrutando tanto con su talento (o con su falta de sentido del ridículo) que, sin darnos cuenta, vayamos a estar dispuestos a seguir pagando lo que sea para que sigan haciéndolo. Puede ser.

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