Monstruos Perfectos

Vende lo que más duele

Lo más curioso en el asunto de divorcios, rupturas y separaciones hoy en día es que la parte más jugosa del proceso, la que más polvareda levanta– sobre espejos de mano en los platós y en las aceras de los quioscos– está en los previos. Lo que más vende es lo que más duele. Ese periodo que termina con el anuncio del final y comienza cuando uno descubre que ya no quiere al otro, o ya no es como antes, o lo que quiere no es lo que quería, o lo que quería estaba bien entonces. Y el otro no se entera, prefiere no enterarse o entiende que lo que les sucede es algo normal, algo por lo que pasan todas las parejas, y que vendrán tiempos mejores, o al menos otros tiempos, más tarde, cuando esos silencios y esas respuestas bruscas y sin cariño ya no importen. Esa parte es la mejor. Porque es entonces cuando nosotros lanzamos los rumores que anuncian separación inminente, y los que nos televén, nos escuchan y nos leen quieren saber más, y nos buscan, asisten atentos al goteo de vacío que tenemos para dar y abren la boca para tragar. Mientras tanto, uno de los dos se pregunta cómo decírselo, si mejor ser despiadado y tajante, o no olvidarse de lo bueno que hubo y tratar de seguir siendo amigos, aunque no, qué desastre, eso nunca sale bien. Y el otro tampoco sabe qué prefiere; si el portazo o las caricias que empujan. Y ya da igual. Porque se acabó. Dejaron de sufrir tanto. Ellos. Pero, y nosotros, ¿qué? Porque entonces, cuando todos lo saben, dejamos de vender.

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