Cartas de los lectores

25 de mayo

Gitanos en Italia
¡Olé por ti, María Teresa!
Me imagino que debe de ser un mal comienzo para el inicio de una carta dirigida a un periódico, o quizás no, ya verán por qué.
Son palabras que me salen del corazón.
Soy español y gitano.
Estudié, trabajo y tengo una hipoteca suscrita a muchos años, como la mayoría de españolitos. Digo esto porque mis condiciones sociales difieren en mucho de los gitanos rumanos que han sido víctimas de un trato propio de la Edad Media más que del propio de un país como Italia, que está en el corazón de la Europa de los derechos humanos, de la tolerancia y el respeto y que pretende ser un referente moral para el mundo.
La historia de la mayoría de estos gitanos centroeuropeos es la de haber sido durante cinco siglos esclavos de los nobles, haber vivido el exterminio en campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, donde murieron igual número de gitanos que de judíos en proporción al número de población, y ser los peores tratados en los regímenes totalitarios comunistas.
Por si esto no fuera suficiente, ahora se presentan como magníficos chivos expiatorios de un Gobierno cuyo presidente está encausado en numerosos juicios por delitos varios y en la que sus socios de Gobierno pertenecen sin tapujos a la extrema derecha europea más racista y xénofoba.
No miento a las mafias autóctonas como la Cosa Nostra, por evidente.
Pues bien, nadie en esta Europa que se me antoja cada vez más hipócrita, ningún líder político de relevancia ha levantado la voz para llamar las cosas por su nombre... salvo María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta de un Gobierno del que cada vez me siento más orgulloso, como europeo, como español y como gitano.
Mi agradecimiento y el de todos aquellos que en estos días presenciamos con horror y estupefacción hechos que nos parecía imposible volver a ver en la civilizada Europa.
¡Que Dios bendiga a toda tu gente y a ti, María Teresa!
José Montoya Hérnández

Madrid

El juramento de Medvedev
Raduzhnii Dom o La Casa del Arco Iris es una organización no gubernamental rusa que defiende los derechos de homosexuales, bisexuales y transexuales.
Su intento de registrarse fue  finalmente rechazado porque pretendía realizar "actividades extremistas" que podían contribuir a  reducir la población en Rusia y, por lo tanto, suponían una amenaza a la seguridad del Estado.

El argumento procede de la Ley para Combatir las Actividades Extremistas que, como es fácil imaginar, sirve para combatir cualquier cosa que al que está en el poder le parece, o mejor dicho, le conviene, calificar de extremista. Esta ley, la  ley sobre las ONG y otras, se usan en Rusia arbitrariamente para suprimir cualquier disensión pública con las autoridades.
En su toma de posesión del 7 de mayo, Dimitri Medvedev, presidente de la Federación Rusa juró "respetar los derechos y libertades del hombre y del ciudadano" ya que "son el valor supremo y constituyen la médula de la actividad del Estado".
Que cumpla con el juramento que hizo en su toma de posesión, no le exigimos más.
Y al Gobierno español le pedimos que no mire para otro lado cuando se violan los derechos que con tanta frecuencia presume de defender.
Juan Rodríguez Archilla
Sevilla

Límpieme esos mosquitos
En España, muy poca gente vive en régimen de alquiler (no llegamos a 1.800.000 viviendas en un país con más de 45 millones de habitantes). No cabe duda de que una de las principales causas de que la población no elija este modo de vivir es el precio de las mismas (una media de 7,20 euros por metro cuadrado), pero también lo es la falta de oferta; son muchos los propietarios que no quieren poner en alquiler sus pisos por miedo al deterioro que pudieran infligirles sus inquilinos.
En Alemania, sin embargo, la situación es bien diferente. En un país de aproximadamente 82 millones de personas hay 45 millones de viviendas en alquiler, es decir, el 55 % del parque total, con un precio de 5,94 euros por metro cuadrado. Eso sí, las garantías que recibe el arrendador son mucho mayores.
Por motivos de trabajo, Xabier Collados tuvo que cambiar su residencia de Berlín a Bruselas. Ya instalado allí, todavía debía arreglar unos asuntos en la capital alemana, entre ellos la entrega de llaves de su anterior piso a la inmobiliaria.
Un amigo se encargó de la cita con la señora de la agencia, la cual iba anotando en un cuadernillo las irregularidades que se habían producido a la hora de abandonar el piso.
A primera vista, la vivenda no presentaba ningún desperfecto; el estado de la misma no era más que el resultado de haber vivido en ella durante un año y medio, haciendo un uso absolutamente responsable.
Si el señor Collados quería recuperar la fianza (tres meses de alquiler por adelantado) debía realizar, entre otras cosas, los siguientes trabajos: quitar unas manchas en el techo provocadas por insectos; pintar unos pelados –de medio centímetro de diámetro– del zócalo; despegar un ganchito de plástico del baño; quitar las moquetas, las nuevas, e incluso las del anterior inquilino; tapar los agujeros realizados para colgar las cortinas; lacar un pequeño listón de madera que separaba dos habitaciones; lacar todas las puertas y pintar toda la casa de blanco. Con semejante lista de agravios podríamos tachar a la señora de la agencia de escrupulosa, sin embargo con su inventario no hizo más que cumplir la legislación vigente, previamente aceptada por el inquilino en el contrato del piso.
Tal vez el caso de Alemania resulte algo exagerado, pero con una regulación parecida, con tal exigencia de responsabilidad a los inquilinos, probablemente los propietarios en España se sentirían más respaldados por el Estado y con ello más dispuestos a poner en alquiler sus pisos.
Quién sabe si, confiados aquellos y al haber mayor oferta, incluso más baratos.
Carlos Salvador

Berlín

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