Cartas de los lectores

2 de enero

Ciudadano Borbón
Aquellos que recibieron al monarca en el Parlamento con una ovación, fervorosos partidarios de que esta trasnochada institución siga existiendo en España, deberían plantearse cuánto nos cuesta su mantenimiento, ahora que se ha sabido la cantidad que le pagamos todos los años al señor Borbón. A él y a su larga lista de familiares, parentela, allegados, criados, y demás fauna que puebla esa mal llamada Casa del Rey. Este último gesto, indudablemente hecho para acallar críticas, pretende limpiar la cuestionada honradez de la monarquía. Pero eso es imposible cuando más de cuatro millones de euros, el 47,8% de dicho presupuesto, se dedican a pagar a empleados, más de 507. Además, se pagan sobresueldos a funcionarios que ya cobran un salario. Y aunque nos aseguren que no tienen obligación de rendir cuentas, no deja de ser vergonzoso tanto gasto y tantas personas al servicio de una sola familia.
Maribel Martínez Álvarez
Zaragoza

Si se informa, que se informe de verdad
Con mi sueldo real y el de mi mujer, que también trabaja, mantenemos de modo real nuestra casa. Con nuestros sueldos reales pagamos a nuestros empleados domésticos, así como a nuestros asesores y administradores financieros (bancos, cajas de ahorro, etc) que gestionan nuestro modesto patrimonio. De igual manera pagamos nuestra comida, nuestros trajes, nuestros coches, nuestras vacaciones, etc. Nadie nos regala deportivos, ni viajes de vacaciones, ni nos paga el hotel, ni nos invita a su finca, no digamos ya a su palacio durante las vacaciones.
El volumen de esos regalos rebasaría "lo ejemplar". El sueldo del rey no son 292.752 al año; eso serán sus gastos de bolsillo, a los que habría que añadir unos 200.000 para imprevistos. Resulta doloroso que se haya necesitado de una actuación "poco ejemplar" por parte de un miembro de la familia real para saber lo que durante más de un cuarto de siglo se nos ha ocultado. Que la ocultación fuera legal añade mayor inri a la ocultación.
Alfonso J. Vázquez
Madrid

La panacea no está en la competitividad

Por fin parece que va quedando claro en qué consiste la famosa competitividad. No porque sus grandes valedores (patronal, empresarios y Gobierno) lo hayan explicado de un modo claro, sino por lo que se va filtrando a la prensa de la reforma laboral que pretenden perpetrar. En definitiva, lo que supone la tantas veces mencionada competitividad es que la producción industrial resulte más barata y por tanto más fácil de vender. El precio resultante de un producto es la suma de varios factores: materias primas, costes energéticos, investigación, transporte y distribución... pero sobre todo de la mano de obra, y es ahí donde radica el quid de la cuestión. Este fenómeno no es nuevo, ya en los años 60 y 70 (los llamados años del "desarrollismo") se instalaron en España grandes multinacionales al reclamo de los bajos salarios existentes. A finales de los 90, sin embargo, estas empresas dejaron de ser rentables y deslocalizaron su producción a otras zonas con menor nivel adquisitivo y por tanto menores salarios (como por ejemplo Eslovaquia, Rumanía y por supuesto los paises asiáticos). Así pues, 50 años después empieza a repetirse el ciclo: menos salarios y menos derechos para abaratar los costes productivos y estimular el crecimiento. Lo que no han explicado es cómo piensan mantener el consumo interno con unos salarios cada vez más miserables.
José María García Diago
Barciene (Toledo)

Confundir términos es confundir realidades
¿Qué ventaja encuentra Ana Mato en denominar a la violencia de género violencia doméstica? La violencia de género es un concepto, no un nombre, que describe la violencia contra la mujer derivada del dominio machista, relación asimétrica en la que el varón no tolera la libertad y autonomía de su pareja. Se cuenta con unos protocolos de actuación policial, judicial y de asistencia a la víctima dada la extensión social del fenómeno. Definido el problema y los medios para atajarlo, la experiencia permite la mejora del sistema, pero lo quieren gestionar más barato, en vez de más eficiente. En seguridad y servicios sociales lo barato sale caro en sufrimiento para las personas y en mala calidad de vida para la sociedad que lo sufre.
Maximiliano Lasén Paz
Madrid

Hipocresía en la solidaridad navideña
Llegan las navidades y de modo infalible llegan los partidos, las galas, y hasta los bolígrafos solidarios con el fin de paliar un tanto la pobreza creada previamente por una sociedad que remunera desorbitadamente a todos aquellos que promocionan todos estos eventos, mientras deja en la pobreza, o al borde de ella, a la inmensa mayoría de la población. Sospecho que gran parte de las donaciones proceden de gente de clase trabajadora, pero nos venden como los más solidarios a aquellos que tienen ingresos muy superiores a la mayoría de la población y que tan solo lucen su palmito frente a las cámaras. Estoy convencido de que todo esto se resolvería con una reforma fiscal redistributiva, de modo que no sería necesario que ninguno de estos famosos tuviera que dedicar ni un minuto de su valioso tiempo a este tipo de acontecimientos. Pero claro, entonces no podríamos seguir confundiendo caridad y justicia social.
Alfredo Sánchez Llamas
Madrid

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