Cartas de los lectores

18 de octubre

Aplauso para Garzón
Cuando salta a la luz pública algún asunto relacionado con la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, es raro que no salgan voces provenientes de la derecha proclamando que se trata de un tema ya zanjado durante la Transición democrática del que es mejor olvidarse. La última, la del portavoz de Justicia del PP en el Senado, Agustín Conde, quien acusa a Garzón de "reabrir heridas felizmente cerradas".
¿No le parece al señor Conde que, antes de afirmar algo así, debería preguntarse a los familiares de esos 114.266 seres humanos desaparecidos si han cerrado sus heridas o, por el contrario, si lo que pasó es que alguien las dio por cerradas sin tan siquiera preguntarles si aún dolían?
¿Cómo saben el señor Conde y los que comparten su opinión que, en algunos casos, bajo las heridas no quedan restos de pus seco acumulado a lo largo de tantos años de silencio, represión, injusticia y, ahora, ingratitud? ¿Felizmente cerradas para quién? ¿Para aquellos que las han sufrido, o para los que las cometieron y sus cómplices?
Dejen que al menos la Justicia democrática les ofrezca el consuelo que se merecen. Mi aplauso para el juez Garzón.
Enrique Chicote Serna /Arganda del Rey (Madrid)

¿Crisis financiera?
He desarrollado un mecanismo de defensa que consiste en desconfiar de los políticos y los banqueros. El hecho de que los que hace dos telediarios propugnaban y propagaban el libre mercado ahora pretendan convertirse en héroes promoviendo el fin del liberalismo económico y el comienzo de una era de nacionalizaciones aumenta mi desconfianza. Por eso no me creo que el problema de la crisis sea que algunos bancos han estado haciendo tonterías y por eso no se fían unos de otros.
Nos dicen que la única solución es que el Estado asegure las futuras inversiones de los bancos o que compre participaciones en casos más graves. Con la primera medida, damos el siguiente mensaje a los banqueros: "Seguid haciendo lo que estabais haciendo, nosotros pagaremos todo lo que estropeéis". Con la segunda: ¿que puede pasar en bancos supeditados a los políticos?
Lo que sí tengo claro es que los bancos no han dejado de tener beneficios, luego no deben de haberlo hecho tan mal.
Lo que me temo que están haciendo es dejar de invertir en el primer mundo y buscar mercados más rentables. En los países desarrollados se están limitando a cobrar los innumerables créditos que han acumulado aquí e invertir en esos mercados.
Nosotros les queremos animar a que sigan invirtiendo en nuestras empresas y, para ello, vamos a sacrificar parte del dinero destinado a Educación, Seguridad Social, protección medioambiental, etc.
Con el pretexto de la productividad nos van a pedir sacrificios pero los ciudadanos, mientras nuestra tarjeta nos siga dando crédito, no nos vamos a inmutar.
Mi generación ha obtenido sin esfuerzo los beneficios sociales y no ha aprendido a valorarlos. Sin embargo, nos hemos dejado inculcar la necesidad de vivir por encima de nuestras posibilidades económicas para buscar la felicidad y así nos va.
Miguel Torija Martí / Castelló

De bancos y cajas

Salvemos los bancos, como única esperanza: ¿dónde sino van a sentarse los nuevos parados?, ¿dónde van a dormir los nuevos indigentes?, ¿dónde morir de tristeza los hombres honrados?
Salvemos también las cajas, como última esperanza: ¿dónde sino nos van a enterrar, huérfanos de ambiciones, por tantos ambiciosos deseados? Triste.
José Romero P.Seguín / Caldas de Reis (Pontevedra)

La coartada perfecta
Por puro sentido natural de la justicia, cualquiera puede entender que lo justo es castigar a quien causa un daño e indemnizar a quien lo sufre. Sin embargo, en las últimas fechas, estamos asistiendo a decisiones políticas paradójicas que dejan a la ciudadanía perpleja: se premia con ingentes cantidades de dinero a quienes, por avaricia e irresponsabilidad, han provocado la crisis financiera, y se deja a su suerte a los que sufrirán las consecuencias de esas malas prácticas.
La controvertida decisión de inyectar dinero al sistema financiero es aplaudida y justificada –sin rubor– por los poderes económicos y políticos, argumentando que sin estas medidas el riesgo de colapso del sistema sería inminente y perjudicaría gravemente, sobre todo, a los más desfavorecidos: una coartada perfecta.
Por otra parte, en estos momentos de crisis y de incertidumbre, lo lógico sería cuestionar el modelo económico y corregir las reglas de juego que se han estado utilizando.
Pero me temo que lo que realmente importa y preocupa ahora es que todo vuelva a ser como antes; que la locomotora del sistema vuelva a coger velocidad, aunque ésta nos arrastre al precipicio.
Pedro Serrano Martínez / Valladolid

La estación de Figueres
El pasado 14 de octubre, en un pleno extraordinario del Ayuntamiento de Figueres, el equipo de Gobierno municipal decidió cargarse (en contra de los principios básicos de la movilidad sostenible, la equidad social y el equilibrio territorial) la actual estación del centro de Figueres, que representa la estación central de la comarca y la estación de trenes regionales y convencionales más importante de
Catalunya, con la excepción de las cuatro capitales de la demarcación.
Con este posicionamiento político, bien legítimo, avalado por el precepto constitucional de la autonomía local, no son aceptables las excusas banales.
El hecho de votar contra la estación del centro de la ciudad (rompiendo el consenso, político, social, ciudadano y territorial que representaba la moción aprobada por unanimidad el pasado 5 de junio de las dos estaciones) crea mucha tensión, inquietud e incertidumbre entre la ciudadanía de Figueres y su comarca.
Aunque, ahora y aquí, sólo hay una cosa clara: que el debate del tren y la estación queda más abierto y latente que nunca.
Josep M. Loste Romero / Portbou (Girona)

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