Cartas de los lectores

24 de diciembre

Teatro pre-electoral
Existe una extraña semejanza entre la celebración de la Navidad y el periodo que envuelve a las convocatorias electorales, basada en la anticipación de ambos fenómenos en manifestaciones físicas más propias de un Gran Teatro Pegamoide (de pega) que de las utopías verdaderamente elegidas por cada uno de nosotros.

Luces, estrés publicitario, consumo compulsivo y derroche comunicativo pseudoafectuoso, de un lado. De otra parte, partidos políticos que renuevan su proyecto y salen fortalecidos o acentúan sus pugnas internas y airean sus intimidades, estratégicas escisiones, fundaciones, refundaciones, viejos amigos de lucha reunidos por el buen rollo de los comicios, ofertas de 2x1 si compras antes de marzo...

Al pueblo nos queda la labor de poner un poco de cordura en todo este desmán. Algo complicado, porque en la era de la imagen y la sociedad de la información son eso, las imágenes y las informaciones (o desinformaciones) seleccionadas por los medios mayoritarios, lo que nos está moviendo a la acción.

En la búsqueda de algún espacio de reflexión en esta maraña de contrasentidos, recurro a dos premisas de partida: 1. Ningún producto que se pague con dinero puede darme la felicidad. 2. El hombre está condenado a ser libre porque, una vez que está en el mundo, es responsable de todo lo que hace. (Con el permiso de la SGAE francesa, ésta la tomé de Jean Paul Sartre).

A donde señalo es a la necesidad urgente de establecer compromisos con las personas y con el mundo, a la imprescindible búsqueda esforzada de lo que realmente hace que la vida tenga sentido, que es, básicamente, lo que nos permite tomar decisiones acertadas.

A propósito de esto, dice mi amigo Antonio Aramayona, amante y agitador de las utopías, que hace falta mucha entereza para detenerse con calma y abiertamente en el genuino valor de lo valioso; y que rara vez lo valioso es amigo íntimo de lo fácil.

Por eso, tampoco en días navideños y pre-electorales me fío de los logros simples y repentinos; rechazo regalos ostentosos y gratuitos; elijo dejarme guiar por quienes continúan con su trabajo silencioso, por los compañeros que siguen sus luchas sin salir en TV y no cifran su hacer en los beneficios que deja la venta de entradas para las funciones pegamoides del sábado noche, sino en la necesidad de transformar el mundo por y para el bienestar de todas las personas.
Elvira González Gaspar
Zaragoza

Colapso navideño
Afirman los psicólogos que la preparación de la Navidad es conflictiva: tensiones al volante por los colapsos en las ciudades, ansiedad en las aulas y entre las madres de familia frente a los gastos y la organización de las fiestas, aumento del número de divorcios, personal sanitario saturado por falta de suplentes... Pero, ¿qué es lo que nos pasa? La Navidad, esa gran fiesta de la que todos deberíamos disfrutar por la envergadura a la que va ligada nuestra vida, se convierte en una especie de celebración esquizoide llena de agitación y perversión de su último sentido. La Navidad no es consumismo febril ni ansiedad premeditada, sino, ante todo, un parón para reflexionar sobre qué camino hemos tomado.
Eva Catalán

Barcelona

Que paguen ellos
Me gustaría, y creo que al resto de hipotecados también, que un buen día algún alma caritativa se acordara de que las ayudas no pueden ir siempre en la misma dirección, por muy justificadas que estén para mantener el tinglado capitalista donde vivimos. Deberían hacer una subasta de tipos de interés para que los hipotecados no padezcan las turbulencias financieras y económicas que ellos no han provocado. ¿Acaso tengo yo que pagar la subida de tipos porque un inútil y ambicioso se quiere hacer millonario en cuatro días y a nuestra costa? Entiendo y hasta pido que se ayude a las entidades financieras afectadas, pero que las consecuencias las paguen ellos, no nosotros, que nada tenemos que ver en el asunto. Es la avaricia de estas elites lo que la ha provocado esa situación, y como tal, que paguen ellos: los dirigentes, con sus bienes y la cárcel, y las entidades, con sus reservas y beneficios futuros.
Paulino González
Madrid

Hipocresía política
Después de oír continuamente críticas, ataques y quejas contra dictadores o semi-dictadores como Fidel Castro, Hugo Chávez y demás, vemos que cuando otro dictador cómo el extravagante Muammar el Gadafi, presidente de Libia, es recibido como un señor en Francia y en España, sin recordarle las atrocidades que comete en su país desde que hace casi cuatro décadas que llegó al poder por un golpe de Estado. La política es así de hipócrita: se ve que cuando hay petróleo de por medio se hace la vista gorda. Y si el país es China, con un mercado de más de mil millones de consumidores, entonces las administraciones más ultraconservadoras de EEUU, como las de Ronald Reagan o los dos Bush, se olvidan de dictaduras y matanzas en Tiananmen para intentar introducir los televisores último modelo, los coches más modernos y todo lo que se pueda vender bien, para que los chinos puedan ir a la última. Es toda una contradicción, en unos y otros: en los capitalistas, que no tienen pudor en hacer negocios con países comunistas para ganar dinero, y en los comunistas, que acceden a ello para sobrevivir en el mundo globalizado de ahora.
Julián Juan Lacasa
Madrid

Separado y cristiano
Pertenezco al gremio de separados-divorciados, de izquierdas, liberal, pero también cristiano, de ésos que amamos la libertad y el respeto, el progreso y la conciliación. El hecho de que seamos separados-divorciados no nos hace ser menos cristianos, pero si la Iglesia Católica nos arrincona o nos trata de apartar, no me quedará otro remedio que dejar de visitarla. Vivo en un barrio obrero donde hace ya mucho tiempo que hemos dejado de darnos golpes de pecho y hemos afrontado al máximo la realidad, con sus luchas y sus temores. No necesitamos que nadie venga a darnos sermones.
Primitivo Lumbrera Aparicio
Alcorcón (Madrid)

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