Cartas de los lectores

02 de mayo

Un recuerdo
Por segunda vez en mi vida, voy a echar mucho de menos esas palabras diarias que me ayudaban a pensar más y mejor, a mirar desde otra perspectiva, a observar algo en lo que no me había fijado aún, a redescubrir mi rebeldía. Lo leo desde que vivo en España y durante años he comprado El Mundo los días en que se publicaba su columna. Y si leo Público desde su primer número, en algo tiene que ver Javier Ortiz.
La primera vez fue en mi juventud, allá por los años 60, en mi país natal, Francia, cuando falleció Morvan Lebesque, cuya columna semanal en Le Canard Enchaîné
me ayudó a concienciarme de muchas cosas y a formar mis opiniones y mi gusto por la prosa de calidad. Mi suerte fue que, unos años más tarde, a alguien se le ocurrió publicar un libro con una selección de las mejores columnas que Morvan Lebesque había escrito a lo largo de su vida y que, releídas, me permiten revivir toda una época.
Ojalá se le ocurra a alguien, aquí también, hacer lo mismo y que podamos disfrutar pronto de una selección de las mejores columnas de Javier Ortiz. Mi pésame más sentido a sus familiares y amigos. Descanse en paz, don Javier, me siento en deuda con usted.
Antoine Candelas/Madrid

Javier Ortiz y la libertad
Al abrir Público por las páginas de Opinión me encontré con la noticia. Me sorprendió tanto que emití un fuerte suspiro, lo habitual en las informaciones que me impactan. ¿Cómo era posible? Nada sabía de su enfermedad. Me llevé una alegría cuando lo vi subido al proyecto de este periódico, que hacía mucha falta en el mercado. Lo conocía desde su paso por El Mundo, del que huyó despavorido cuando viró el viento de su dirección, lo que hizo por
coherencia y convicción íntima con sus ideas.
Él tenía en su mano algo que pocos tienen: la libertad de elegir, esa que se atesora ante las tentaciones que pueden hacer perder algo mucho más valioso de lo que se puede retener. La sensación que me invadió después, ya en casa, fue la misma que se siente cuando un buen compañero se marcha, sensación labrada después de un tiempo en el que, algunos días, modestamente, me permitían compartir página con él, con Rafael Reig y con otros inquietos lectores mezclando opiniones.
Así que, allá donde te encuentres, compañero, muchas gracias. Esperemos que esa libertad y esa prensa que tanto amabas tengan larga vida, como tus artículos.
Francí Xavier Muñoz /Madrid

¿La crisis humaniza?
No todo es negativo en una crisis económica. Cuando andamos escasos de parné, solemos ser más humanos, solidarios y humildes, aunque, reconozcámoslo, hay virtudes que no sólo las ejercemos por amor y altruismo, sino también por interés e incluso por necesidad.
Este preámbulo viene a cuento de que, al parecer, la demanda de ingresos en residencias privadas de la tercera edad ha descendido considerablemente en la mayoría de los centros. De manera que, de haber grandes listas de personas en espera –antes de la crisis– dispuestas a ingresar, se ha pasado a una disponibilidad de plazas en torno al 25%. Todo ello debido a la caída directa de la demanda y a que las familias sacan a sus mayores de los centros para llevárselos a casa ante la dificultad de hacer frente al gasto.
Una realidad que, sin duda, nos invita a la reflexión. Antes de la crisis no teníamos sitio en casa para los abuelos; ahora, de repente, no sólo lo hemos encontrado, sino que gracias a su pensión más de una familia va a poder atravesar el desierto de la crisis.
Pedro Serrano Martínez/ Valladolid

Ellos también se equivocan
Ciertos presidentes autonómicos del PP se atribuyen todos los méritos de lo que funciona bien en su provincia y de lo que funciona mal le echan la culpa a Zapatero. Seguramente, ciertas cosas funcionarán mal en su comunidad por su culpa, al igual que el Gobierno central tendrá asimismo algo que ver en lo bien que funcionan en su provincia ciertas cosas. Tampoco entiendo que critiquen a Zapatero por no reunirse con Rajoy cuando ellos hacen caso omiso a la oposición.
Arturo Romero/Logroño

Nacionalismo de la pobreza
En un momento en que la economía necesita estímulos, la respuesta al crecimiento del desempleo ha sido siempre la misma: pedir la desregulación del mercado laboral. Dígase que la crisis la paguen los más pobres, ya que es la clase obrera la que sufre más duramente sus rigores. Pero, paradojas del destino, dentro de los pobres también hay clases, y son los inmigrantes los que más van a sufrir esta situación. Ya se piensa en agradecerles el trabajo realizado, mientras vivíamos en la creencia de ser ricos, con el despido y con billete de vuelta. Bueno era que necesitábamos que limpiasen nuestras casas y cuidasen de nuestros mayores, entre otros menesteres, pero, en la pobreza, que vuelvan a su casa, que ellos ya conocen lo que es pasar hambre y no tener futuro.
Hablan de nacionalismos excluyentes, vasco o catalán, pero, luego, a los que no se creen nacionalistas, les pierde la patria, la tierra, que dicen que es suya y que no venga nadie a quitársela. Vivimos en un mundo global y necesitamos derechos globales. Simplemente, es cuestión de ponerse en su lugar y sabemos que, no hace tanto, muchos españoles fueron los inmigrantes sin derechos en otros países.
Angel González/Bilbao

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