Cartas de los lectores

01 de mayo

Inmigrantes en el Congreso
Los diputados, en un alarde de buenismo institucional, exigen al Gobierno reponer el Fondo de Integración como si los inmigrantes, en situación de precariedad social y económica, tuvieran una situación de especial desventaja y necesitasen de recursos públicos añadidos respecto a los ciudadanos autóctonos en iguales circunstancias, cuando en realidad comparten su suerte y tendrían que compartir las políticas públicas (locales, autonómicas y nacionales) para superar la exclusión social que les amenaza.
En principio, ni como ciudadanos ni como trabajadores deberían ser los extranjeros objeto de políticas diferenciadas. Asumir la diferencia de trato, aunque sea armada de buenas intenciones, legitima y esconde otras medidas excepcionales menos humanitarias, que van desde las expulsiones masivas de
inadaptados –entiéndase parados– que devienen en "irregulares", pasando por la inmigración selectiva de los más aptos (tarjeta azul), hasta la existencia de una administración paralela para garantizar esa supuesta ayuda social diferenciada, pero también para asegurar el control permanente del administrado de origen extranjero (contrato de integración).
En una materia tan sensible como la inserción social de los inmigrantes, la intervención pública debe ser menos efectista y más efectiva que la efectuada hasta ahora. Habrá de ser discreta y eficiente, para que la propia sociedad asuma el reto de acoger a los inmigrantes y se adapte al cambio que necesariamente provocará su presencia.
Luis Fernando Crespo/Alcalá de Henares (Madrid)

El Bullón, sin plan
Soy una vecina del barrio santurtziarra de El Bullón y llevo viviendo ahí desde que nací, hace 81 años. Jamás hemos estado dentro de un Plan General de Ordenación Urbana, y eso que lo hemos pedido en multitud de ocasiones. Los diferentes gobiernos locales han presentado distintos proyectos a lo largo de los años. El último, con el PSE en el Ejecutivo, pretendía derruir todo el barrio y volver a construir. Sin embargo, tenía el problema de la financiación y el realojo de los vecinos. El actual Gobierno del PNV ha presentado un nuevo plan, la idea es parecida a la de los socialistas: meter la apisonadora y edificar sin pensar en que cierta gente, sobre todo ancianos como yo, vivimos en casas unifamiliares cuya desaparición supondrá la pérdida de nuestros recuerdos y casi de nuestras vidas.
Esas familias, señor alcalde, sólo le piden una cosa: que nos introduzca, de una vez, en el PGOU para evitar que el barrio continúe degradándose y que sigamos teniendo la sospecha de que detrás hay intereses especulativos.
Begoña Martín Díez/Santurtzi (Bizkaia)

Anormalidad en la política vasca

Cuando Patxi López habló de cambio, en ningún caso dijo a sus votantes que ocupar el sillón de Ajuria Enea iba a implicar apoyarse en el PP. Callaron y ocultaron lo que sabían que el votante socialista no les iba a permitir. Hoy, lo que piensen sus votantes, así como lo que piensa la sociedad vasca, que mayoritariamente es contraria al Gobierno que permitirá este pacto, no pesa en la ambición personal e intransferible de Patxi López de ser lehendakari.
En esta última idea se resumía todo el programa del PSE. Ahora bien, llenar de contenido este deseo, en el momento de la mayor crisis económica conocida por nuestra generación, lejos de garantizar el mantenimiento de los derechos laborales y sociales, es un pacto con la derecha que basa su política en el recorte de impuestos a la empresa privada y en desmantelar el estado de bienestar, con la excusa de los problemas
económicos.
Ante una crisis de dimensión desconocida, el Gobierno del PSE ha preferido entenderse con la derecha más dura antes que con las distintas izquierdas o con el centro pragmático del PNV. Ello pone de manifiesto que estamos ante una crisis institucional y social que muestra la anormalidad que se vive en la política vasca, en la que, ante la actual crisis global, se prima lo nacional (en este caso lo español) sobre lo ideológico (izquierda-derecha).
Rosa María Villaroel/ Barakaldo (Vizcaya)

Las fuentes
Al leer el reportaje que apareció publicado ayer en su periódico sobre el nuevo edificio de la Opera Nacional de Noruega en Oslo, no he podido evitar acordarme de las fuentes de Madrid. Supongo que se preguntarán por qué. La cosa está muy clara: como bien dice la autora, aquel edificio es "plaza por fuera, opera por dentro". Es decir, está pensado para que lo disfrute el público, no sólo el que paga por asistir a una función, sino todo el mundo libremente. Justo lo contrario de lo que ocurre con las fuentes y tantos otros edificios y lugares de interés de Madrid.
No sé si se han fijado los lectores en que las fuentes de Madrid, al menos todas las que yo conozco, están construidas en lugares siempre inacce-
sibles para las personas de a pie. La mayor parte de ellas están rodeadas por una especie de autopista circular atestada de coches e intransitable para los peatones. La gente no puede sentarse al borde, verlas de cerca, tocarlas y escuchar el rumor del agua, como puede hacerse en tantas ciudades europeas. Aquí en Madrid, lo más que se puede hacer es entreverlas desde lejos, veladas por los gases pestíferos de los coches y su rumor ahogado por los ruidos de los motores de explosión.
Los alcaldes deben pensar que las fuentes son para los coches, que Madrid es para los coches. Esto afecta a los peatones, sobre todo a ancianos, discapacitados y niños.
Bernardo Fernández/Madrid

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