Realpolitik

Los límites materiales de un gobierno 'menchevique'

Aún no sabemos exactamente si el nuevo parlamento es de letras o de ciencias, supongo que como viene siendo habitual tendrá un ligero sesgo hacia las letras, pero mucho me temo que en los equipos negociadores de los partidos no abundan los matemáticos, físicos o ingenieros. De hecho no creo ni que abunden las calculadoras. Es más ni siquiera creo que tengan un triste ábaco.

Así, la negociación emprendida por el PSOE y Podemos para conseguir el apoyo de ERC y otras estrellas de la constelación nacionalista e independentista lleva en su esencia la que es sin duda las semillas de su propia -y creo que pronta- desintegración:

-     Por un lado y si hacemos caso a sus programas electorales, unas agendas políticas absolutamente divergentes, especialmente entre el PSOE y el independentismo.

-     Por otro, el hecho de que PSOE y Podemos pelean casi por el mismo electorado, lo que es una garantía tanto de una soterrada guerra de guerrillas permanente para anunciar medidas sociales, como sobre todo de traiciones sin cuento retransmitidas en 8K cuando a uno de los dos le interese romper el Gobierno e ir a elecciones.

-     Y en tercer lugar, (vayan buscando un ábaco) la espinosa cuestión de que los malvados padres de la Constitución concibieron un perverso sistema por el cual para realizar reformas de calado o aprobar leyes de fuste, no basta con una mayoría monda y lironda en el Parlamento, sino que son necesarias mayorías pantagruélicas imposibles de alcanzar sin acuerdos entre derecha e izquierda. Algo al parecer fuera de la actual agenda Sánchez. La de esta semana, quiero decir.

Es una negociación de la que será posible (Si ERC quiere y puede) obtener una mayoría justita para investir a Pedro Sánchez y nombrar el nuevo gabinete mixto, pero que en ningún caso dará lugar a una mayoría lo suficientemente sólida ni para acometer los graves problemas e importantes retos  que tenemos como país, ni para atender algunas maximalistas reivindicaciones de los propios partidos que conforman el eje partisano que la impulsa.

Una mayoría tan justita que pasará las de caín para conseguir aprobar cualquier agenda legislativa mínimamente ambiciosa, presupuestos del Estado incluidos, sin pagar carísimos peajes al independentismo, nacionalismo, cantonalismo y provincianismo de este nuevo parlamento con 19 partidos representados. Peajes que además pueden ser incompatibles con cualquier idea de solidaridad interterritorial o de igualdad entre españoles independientemente del territorio en el que vivan.

Una mayoría tan escuálida que en ningún caso será capaz de aprobar reforma constitucional alguna, ya saben, esas reformas constitucionales que van exigiendo alegremente y a beneficio de inventario algunos líderes de partidos centrífugos que al parecer no estudiaron demasiadas matemáticas en la escuela, ya que de otra forma se darían cuenta de que alcanzar los tres quintos del Congreso es imposible solo con los votos de una alianza partisana entre la izquierda y el nacionalismo periférico.

Una mayoría tan escasa y pensada solo para la investidura que tras esas previsibles frustraciones nacionalistas quedará ya convertida en minoría en el Parlamento, y que estará imposibilitada de hacer  otra cosa que no sean gobernar a través de decretos-ley, algo que ya hemos visto que no funciona demasiado bien a medio-largo plazo y que además va carcomiendo la confianza ciudadana en quien así procede.

Y si este es el escenario hacia el que vamos...  ¿No sería inteligente mirar hacia el otro lado, actuar con un poco de generosidad  y tratar de imaginar un Gobierno transversal y bolchevique (mayoritario) y con el apoyo parlamentario suficiente que fuera capaz de sobrepasar todos estos límites materiales que hemos descrito del Gobierno fraccional, partisano y menchevique (minoritario) hacia el que vamos?

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