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Sábato y la ciencia

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Ernesto Sábato, argentino, es universalmente conocido por su obra literaria, principalmente sus novelas (El túnel, Abbadón el exterminador) y ensayos. Pero también ha sido un controvertido activista político. Comunista en su juventud, decepcionado por Stalin más tarde, crítico con el peronismo, presidente de la comisión que evaluó los crímenes contra los derechos humanos por la dictadura militar de su país (el Informe Sábato), confeso "anarcocristiano" ya mayor... En realidad, toda su existencia parece vivida muy aprisa, está llena de cosas. Entre las que menos se conocen, se cuenta haber sido un científico activo.

Doctor en física por la Universidad de La Plata, Sábato obtuvo en 1938 una beca para trabajar en el Laboratorio Curie de París. Allí, cuenta él mismo, se sumergía por la mañana entre aparatos en el laboratorio y anochecía en los bares entre surrealistas delirantes, "heraldos del caos y la desmesura". Llamó a aquel periodo "tiempo de antagonismos", aludiendo al conflicto entre las concepciones artística y científica de la realidad. No pudo aguantarlo. Movido por "una inercia que mi alma rechazaba", pasó de París al Instituto Tecnológico de Massachussets, y más tarde, brevemente, fue profesor de mecánica cuántica en Argentina. Pero acabó dejando la ciencia para dedicarse de lleno a la literatura, pues en la primera se encontraba, de nuevo en sus palabras, "vacío de sentido".

Como muchos otros, Sábato lamentaba que la ciencia prescinda de la emoción y la belleza: "El mundo (para el científico) se ha ido transformando paulatinamente de un conjunto de piedras, pájaros, árboles, sonetos de Petrarca, cacerías de zorro y luchas electorales, en un conglomerado de sinuosidades, logaritmos, letras griegas, triángulos y ondas de probabilidad". La diferencia con otros críticos, sin embargo, es que, al haber estado en los dos lados, él aplaude que la ciencia sea así, pues entiende que de ello obtiene su sentido y razón de ser. Escogió el mundo del arte, mas no porque le pareciera mejor que el científico, simplemente porque se encontraba más a gusto. En un texto que aparece en su libro Uno y el Universo, de 1945, Sábato escribe: "A medida que la ciencia se vuelve más abstracta y en consecuencia más lejana de los problemas, de las preocupaciones, de las palabras, de la vida diaria, su utilidad aumenta en la misma proporción (...). El poder de la ciencia se adquiere gracias a una especie de pacto con el diablo: a costa de una progresiva evanescencia del mundo cotidiano. Llega a ser monarca, pero, cuanto lo logra, su reino es apenas un reino de fantasmas". Por más que antiguas, todas sus reflexiones son interesantes para cuantos pretendemos que el pensamiento científico
permee la sociedad.

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