La ciencia es la única noticia

¿Hacia dónde vamos?

ORÍGENES// JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* José María Bermúdez de Castro es director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, en Burgos.

Hace 50.000 años nuestra especie inició una expansión demográfica y territorial, desde África y Próximo Oriente hacia el resto del planeta, que aún no se ha detenido. Durante esta expansión, Homo sapiens entró en competencia con otras especies de homínidos, como los neandertales de Eurasia, los erectus de buena parte de Asia, los ergaster africanos, los enanos de la Isla de Flores y quizás con otras que aún quedan por descubrir. Toda esta rica diversidad de especies emparentadas con nosotros desapareció sin dejar más rastro que sus restos fosilizados y las evidencias de su complejidad cultural.

Éste fue sólo el principio del proceso de extinción masiva de especies que han sido un recurso alimentario, pero que no hemos sabido gestionar; que hemos esquilmado por intereses económicos o, simplemente, que nos estorbaban en nuestro imparable crecimiento. Las extinciones masivas de biodiversidad han ocurrido otras veces en el planeta, pero la actual tiene la singularidad de que la especie responsable tiene conciencia de lo que está sucediendo... o tal vez todavía no. Hace tan sólo unas pocas decenas de años, Homo sapiens aceleró de manera exponencial su progreso en ciencia y tecnología, su crecimiento económico (sobre todo en los países ricos) y su crecimiento demográfico (especialmente en los países más pobres). Todo parece indicar que nos hemos pasado de vueltas. Ahora ya no sólo somos una amenaza para otras especies, sino que hemos entrado en un proceso suicida.

Nuestro modelo de existencia en el planeta se está volviendo contra nosotros. La buena noticia es que unos pocos de los 7.000 millones de especímenes que somos ya en el planeta saben lo que sucede y hacen lo imposible por alertar a los demás. Como explica Eudald Carbonell en su último libro, El nacimiento de una nueva conciencia (Ara Llibre), está naciendo una nueva conciencia crítica y globalizada, que sumará sus esfuerzos para evitar el desastre. No todo está perdido, como piensan algunos de los expertos en estos temas. El mensaje no debería ser derrotista, sino de esperanza, precisamente porque esa conciencia crítica de la especie ha comenzado su reflexión. Sabemos que nuestro modelo está en parte equivocado. Miles de ciudadanos de todo mundo ya forman parte del núcleo duro y activo a favor de un modelo diferente. Proceden del mundo de la ciencia, de la política, de los medios de comunicación, de organizaciones no gubernamentales, etc. Pero quienes deberían dar un paso adelante y por su propio interés son los poderes económicos, especialmente, los multinacionales. Aunque en términos políticos electorales no suene muy bien, no nos quedará más remedio que dar marcha atrás en nuestro crecimiento económico obsesivo, para más tarde volver a avanzar, quizás entonces, en la dirección acertada.


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