¿Y por qué no lo hacéis en África?

Conciencia Afro
Edición del Festival Conciencia Afro de 2019

Moha Gerehou (@mohagerehou)

  • La idea del centro cultural de Conciencia Afro no nace simplemente desde la respuesta a una exclusión histórica: surge como una propuesta independiente de construir un futuro que pone lo colectivo en el centro

A veces utilizamos el refranero por pereza o como último recurso, cuando una situación es obvia por recurrente o compleja hasta el punto de que nos sale más rentable resumir todas las ideas en una frase condensatoria. Este tipo de sabiduría popular, aunque en ocasiones estemos en desacuerdo en sus formas, nos permite entender significados con su fondo.

Cuento esto porque el otro día pensé en el refrán del perro del Hortelano, aquel que ni come ni deja comer, a raíz de una respuesta a un tuit que puse promocionando el crowdfunding del centro cultural de Conciencia Afro (con la verdad por delante diré que el texto va de esto, dejo en tus manos la decisión de cerrar la pestaña o seguir leyendo). El apoyo recibido desde el minuto uno ha sido abrumador, un burbujeo incesante de muestras de cariño y amor por todas las vías. Y luego una minoría ha traído las críticas de siempre, con respuestas situadas entre el cinco y el diez en la escala nazi. De ellas, la que me llevó a pensar en el refrán de Lope de Vega fue el siguiente tuit citado: "¿Y por qué no lo hacéis en África?".

Pero no, el texto no va sobre esto. Ese no es el centro, aunque hay que admitir que enfrentarse al racismo estructural es ponerse una y otra vez ante un monstruo violento que no para de demandar atención. En una entrevista reciente en El País, la escritora Minna Salami hacía la siguiente reflexión al respecto: "La tarea es reforzar la negritud, en términos de dejar atrás la vergüenza, la bronca y la pena. La descolonización debería significar más lo que de verdad queremos los africanos y los descendientes, o qué idea tenemos nosotras del progreso, del desarrollo, o sobre cuestiones filosóficas como el amor o la amistad, sin tanta referencia a lo que los blancos han hecho".

Desde 2016, Conciencia Afro viene rompiendo con el bucle peligroso e infinito de la constante respuesta directa al racismo

Por el titular del artículo, este podría ser un texto más de respuesta a las continuas provocaciones del racismo. Y seguramente tendría más reacciones y compartidos que uno que pone lo afro, y no la blanquitud, en el centro. Pero no va de eso. El racismo es ese mosquito que está en la habitación, reclamando atención con sus zumbidos y vaivenes irregulares, esperando que dejemos todo lo que estamos haciendo para centrarnos en él. En ese contexto, Conciencia Afro decide reservar un espacio para no apartarse de la tarea de tirar hacia adelante mientras se piensa en cómo saldrá el mosquito definitivamente por la ventana.

Conciencia Afro
Edición del Festival Conciencia Afro de 2019

Desde el año 2016, Conciencia Afro viene rompiendo el bucle peligroso e infinito de la constante respuesta directa al racismo (nótese la contradicción con el inicio del texto), ese que con su picadura chupa toda la energía hasta dejarte sin fuerzas para vivir. La asociación siempre ha puesto por delante ser un punto de encuentro, compartir conocimiento y el diseño colectivo del futuro que queremos. El Festival Conciencia Afro es la mejor muestra de ello. Ahora, tras cinco años en el Matadero de Madrid, da el paso a la edad adulta con un espacio propio.

Para lograrlo, está abierta la campaña de crowdfunding que pretende lograr 30.000 euros con los que acondicionar y hacer accesible un local que busca seguir siendo ese punto de encuentro y de desarrollo de conocimiento. Un intercambio entre iguales, sin reproducir lo que la Historia y el presente nos muestran que es la relación entre África y Europa, entre la diáspora africana y los países que habitamos, marcada por la dominación, el supremacismo y la exclusión. Sin un espacio propio independiente y fuerte, las posibilidades de que se mantengan esas mismas dinámicas, tal vez por vías más sutiles que antaño pero igual de tóxicas, se multiplican por mil.

Cualquiera que siga la evolución de los movimientos antirracistas y por la migración se habrá dado cuenta de que no paran de lanzarse crowdfundings. En su mayoría, nacen de organizaciones creadas por personas racializadas y migrantes. Otras pocas son proyectos individuales. Muchas con ideas brillantes, como el cuento que plantea Deborah Ekoka para promover el amor propio y a las raíces para las personas afrodescendientes, o el proyecto de la asociación Sobre los Márgenes que tenía como objetivo asesorar educativamente a jóvenes migrantes y que no alcanzó su objetivo.

Eso nos muestra que aunque ahora las personas racializadas y migrantes asumamos protagonismo en el discurso y la imagen -ya es raro ver, como ocurría hace unos años, mesas sobre cuestiones raciales sin contar con nosotros-, el acceso a las grandes fuentes económicas siguen en las mismas organizaciones de siempre. Aunque seamos acusados públicamente, solo por nuestro aspecto, de vivir de las subvenciones o de la buena voluntad de Soros, la realidad se empeña en contradecir esas ideas. El dinero, público y privado, sigue siendo mayoritariamente blanco.

La campaña de Conciencia Afro es un ejemplo de cómo conseguir la independencia desde un esfuerzo colectivo

Pero los crowdfundings nos empujan a una puerta que tal vez debiéramos abrir como tónica general. Cruzarla supone tener enfrente la posibilidad de recibir aportaciones que amplían la comunidad, crean un sentimiento de pertenencia, sirven como una manera de fiscalizar las actividades y obligan a la solidaridad, aportando o compartiendo. La campaña de Conciencia Afro, aunque aún lejos del objetivo, es un ejemplo de cómo conseguir la independencia desde un esfuerzo colectivo.

Queda mucho para terminar de construir este espacio en el que África, los afrodescendientes y la diáspora serán, por una vez, el centro que la Historia no le permitió ser. Hay ideas encima de la mesa sobre cómo hacerlo: presentaciones, conciertos, coworking, atenciones psicológicas, encuentros, fotografía, exposiciones y todo lo que puedan imaginar quienes quieran formar parte de ello.

Como amenazaba unos párrafos atrás, este texto es para convencer de la importancia del centro cultural. No para responder a quien pregunta por qué no lo construimos en África; sino para explicar por qué construimos una casa común desde el centro de Madrid para el resto del mundo, en un ida y vuelta continuo. El texto es para persuadir sobre cómo el futuro, como predijo bell hooks, no se construye con herramientas que nos enseñó el amo como el individualismo, la exclusión, el odio o la mala costumbre de pisarse los unos a los otros. El artículo es para expresar que en el local, la memoria no será el lugar al que solo volver y quedarse ensimismados, sino el punto desde el que reparar, construir y avanzar. Todo lo que has leído hasta ahora es para llevarte a aportar en el crowdfunding y compartirlo en tus redes virtuales y físicas. No digas que no te avisé. ¿Te sumas?