66 días pedaleando la frontera México-EEUU: un viaje para que migrar no duela

Frontera México
Fotografía de We The People Ride

Laura Sanz-Cruzado (@laura__ese)

  • We The People Ride es una iniciativa cuyo objetivo es conocer mejor la realidad de las personas que viven, trabajan y transitan por la frontera entre México y Estados Unidos
  • "Las migraciones necesitan ser vistas como un proyecto humano, algo que la gente no va a dejar de hacer. La gente se mueve, las fronteras se han movido a lo largo de la historia y tenemos que tener una política migratoria que encaje con esta realidad", dice Doug Pagitt

El escritor estadounidense Doug Pagitt (1966) no creía lo que ciertos políticos y medios de comunicación contaban sobre la frontera entre México y Estados Unidos. Historias de crimen y violencia protagonizadas por malvados migrantes mexicanos y centroamericanos cuyo principal objetivo parecía ser desestabilizar la vida de las comunidades fronterizas del lado estadounidense. Una especie de zona de guerra que nadie en su sano juicio se atrevería a pisar. Para comprobar hasta qué punto esto era cierto, este escritor, activista social y pastor protestante puso en marcha We The People Ride (Nosotros el pueblo pedaleamos, en español), una iniciativa que recorre en bicicleta la frontera mexicoestadounidense con el objetivo de conocer mejor la realidad de las personas que viven, trabajan y transitan por ella.

El viaje comenzó el pasado 11 de septiembre en San Diego (California) y acabó dos meses más tarde en San Agustín (Florida). Un total de 66 días y 5.150 kilómetros por toda la frontera y buena parte de la costa sur estadounidense en los que Pagitt y medio centenar de personas más tuvieron oportunidad de hablar con migrantes, solicitantes de asilo, residentes, empresarios, alcaldes, líderes religiosos, activistas, trabajadores humanitarios y agentes de la patrulla fronteriza de Estados Unidos. Gente con todo tipo de ideas y convicciones políticas entre quienes no faltaban trumpistas y partidarios del muro fronterizo con México. Todas esas conversaciones dejaron claro algo: la frontera es segura siempre y cuando no seas una persona migrante.

"A lo largo del viaje hice la misma pregunta a todas las personas que conocí: «¿qué has aprendido viviendo o trabajando en la frontera?». Sus respuestas fueron muy similares: «es una zona segura», «yo no viviría aquí si fuese una zona de guerra», «las cosas que se oyen en las noticias no son verdad». Ahí es donde nos dimos cuenta de que la frontera es segura para los estadounidenses y las personas con visa, pero no para los y las migrantes y solicitantes de asilo que intentan cruzarla", cuenta el escritor.

Doug Pagitt Frontera México
Doug Pagitt. Fotografía de Amy Anderson Photography

Y no lo es por varias razones. Al peligro que de por sí supone cruzar el desierto y el río Bravo con apenas un par de botellas de agua en el mejor de los casos se suman los riesgos de acabar en manos de la patrulla fronteriza estadounidense y de tener que tratar con las mafias que operan en la zona extorsionando y amedrentando a quienes tratan de pasar al otro lado. Todo eso hace que para las personas migrantes y solicitantes de asilo la frontera sea "extremadamente peligrosa e incluso mortal". "Quienes tratan de cruzar son gente muy vulnerable que a menudo está hambrienta y deshidratada. La idea de que los estadounidenses deberían tenerles miedo es terriblemente racista y cruel", asegura Pagitt desde su residencia en Minnesota, un estado que limita con Canadá, pero donde, a diferencia de la frontera sur, no existe muro o zona militarizada.

Relatos de supervivencia humana

Entre las decenas de historias que el escritor escuchó durante su trayecto, dos se le quedaron especialmente grabadas. La primera, la de un hombre hondureño de 40 años al que su compañero de viaje abandonó en el desierto pensando que estaba muerto. No lo estaba y consiguió cruzar, pero la patrulla fronteriza de Estados Unidos le acabó encontrando y le envió a Agua Prieta (Sonora). Unos días más tarde volvió a intentar pasar al otro lado. No le quedaba otra. Su familia se moría de hambre y su hija de 19 años necesitaba una operación de columna. La segunda historia, la de tres mujeres guatemaltecas y sus hijos pequeños que habían atravesado México a lomos de La Bestia, el tren de mercancías que recorre el país de sur a norte y sirve de transporte a miles de personas que buscan llegar a Estados Unidos desde Centroamérica. Pese a que ellas lograron alcanzar la frontera y solicitar asilo en Estados Unidos, las autoridades estadounidenses las enviaron de vuelta a México sin hacerles ni una sola pregunta. Ni siquiera de dónde eran. "Son relatos de supervivencia humana que te llegan al corazón", reflexiona Pagitt.

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El escritor, que también está al frente de Vote Common Good, una organización sin ánimo de lucro dedicada a movilizar el voto estadounidense evangélico y católico hacia candidatos demócratas, responsabiliza de todo esto a las políticas económicas, migratorias y fronterizas de Estados Unidos, y tacha al sistema migratorio estadounidense de ser "profundamente enrevesado, ineficaz, caro e indirigible".  La frontera sur, añade, es uno de los lugares donde Estados Unidos "pone toda su fuerza en contra de la gente". "Se supone que está allí para ayudar y apoyar a quienes tratan de entrar al país, pero en lugar de eso solo les causa más sufrimiento", lamenta.

Políticas migratorias al servicio de la humanidad

¿Qué tendría que empezar a cambiar para que este sistema fuese más justo, humano y eficaz? Según Pagitt, hay dos aspectos fundamentales sin los cuales nunca se resolverán los problemas reales de las personas que buscan cruzar la frontera. Por un lado, se necesita aumentar el número de visas y permisos de asilo para que más personas puedan entrar de manera legal a Estados Unidos sin tener que jugarse la vida en el intento. Por otro, que todo lo relacionado con inmigración y fronteras se comience a gestionar desde el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) y no desde el de Seguridad Nacional (DHS), como ocurre desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.

"Ningún país o gobierno debería hacer más difícil migrar en busca de una vida mejor, y Estados Unidos lo está haciendo"

"Las migraciones necesitan ser vistas como un proyecto humano, como algo normal e importante que la gente no va a dejar de hacer. La gente se mueve, las fronteras se han movido a lo largo de la historia y tenemos que tener una política migratoria que encaje con esta realidad", defiende. Por eso cree que todo sistema de migración y refugio tendría que basarse en el bien común y estar al servicio de la humanidad, no al revés. "Ningún país o gobierno debería hacer más difícil migrar en busca de una vida mejor. Y las políticas de Estados Unidos lo están haciendo. Ni tiene sentido ahora ni lo tendrá dentro de 100 años", dice resignado. Pero esta experiencia también le ha hecho pensar que quizá la situación sea distinta en el futuro y que dentro de unos cuantos años estaremos incluso "pidiendo perdón por el muro y nuestras dolorosas políticas migratorias". Por lo pronto, espera que su viaje nos ayude a darnos cuenta de que muchas cosas en la frontera tienen que cambiar cuanto antes.