Con negritas

Arturo Fernández y las elecciones en la CEOE

Desde que su concuñado GERARDO DÍAZ FERRÁN decidió tirar la toalla hace ya casi dos meses, el presidente de la patronal madrileña CEIM, ARTURO FERNÁNDEZ, ha tenido una trayectoria como mínimo zigzagueante. El mismo 20 de octubre, horas después de la convocatoria de las elecciones anticipadas en la CEOE, se deshizo en elogios hacia JUAN ROSELL, líder de Foment, que entonces ni siquiera había decidido presentarse. Cuando en su junta directiva sonaron voces contrarias al empresario catalán, apostó por MANUEL PIZARRO, a quien veía con muy buenos ojos Esperanza Aguirre, pero al que no fueron capaces de convencer para que diera un paso adelante. Luego sugirió la posibilidad de convertirse él mismo en candidato, ante el entusiasmo perfectamente descriptible que SANTIAGO HERRERO (CEA), JESÚS BANEGAS (Aemetic) y el propio Rosell despertaban entre algunos de sus colegas. Y ahora, al haber tomado este la delantera en la recta final de la campaña, gracias a una copiosa cascada de adhesiones, no ha tenido el menor reparo en subirse al carro de quien ya se perfila como el más que presumible vencedor.

Fernández sostiene que su último movimiento es fruto de un "acuerdo de gobernabilidad" con Rosell, cuyos detalles, sin embargo, no piensa revelar hasta el 28 de diciembre; o sea, una semana después de las votaciones. Esa curiosa manera de entender la transparencia ha dejado perplejos a muchos dirigentes de CEIM y en particular a sus representantes en la asamblea del próximo día 21, que se sienten con derecho a saber por qué han de respaldar a un candidato y no a otro. También demuestra un claro desdén hacia el resto de los electores, pertenezcan a la organización que pertenezcan, pues no parece demasiado democrático que deban acudir a las urnas sin pleno conocimiento del pacto. Salvo, naturalmente, que no haya para tanto y el rimbombante "acuerdo de gobernabilidad" sea un simple intercambio de cromos, que todavía esté a expensas de los que se hayan reservado por si, a la postre, Herrero y Banegas deciden sumarse a una candidatura única. O bien para repescarlos en el caso, bastante improbable, de que insistan en llegar hasta el final, juntos o en solitario, y acaben siendo derrotados.

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