Posibilidad de un nido

Qué guapas somos, Berta Vázquez

La actriz Berta Vázquez posa en la alfombra roja previa a la gala de la 37 edición de los Premios Goya, en Sevilla. E.P./María José López
La actriz Berta Vázquez posa en la alfombra roja previa a la gala de la 37 edición de los Premios Goya, en Sevilla. E.P./María José López

Vi a la directora de cine Isabel Coixet en la alfombra azul de los Premios Goya de este año con su chaqueta de segunda mano, 15 euros. La vi darse la vuelta y mostrar la ilustración que había estampado en ella la diseñadora Elena Scilinguo: la cara de Mahsa Amini, la joven iraní asesinada por no llevar bien puesto el velo, y bajo ella el lema "WOMEN life FREEDOM". Pensé: Qué guapa es la Coixet. Qué guapa era también Amini. Qué guapa Scilinguo, que se equivocó y, en lugar del WOMAN del hashtag, escribió el plural. 

Esa misma mañana había acudido al teatro Lope de Vega de Madrid a ver la función de Deforme Semanal Ideal Total. Lucía Lijtmaer habló de que el anhelo de la mayoría de las mujeres no es ser guapas, sino no ser feas. No me había parado a pensar en ello. Consiste, según quienes estudian estos asuntos, en pasar desapercibidas. Por supuesto, no quieren tener mal aspecto, pero tampoco destacar por lo contrario. Lo mejor que les puede pasar, según sus parámetros, es que no se fijen en ellas. Vendría a ser algo así como: si no te ven, no te atacan. Luego, Isa Calderón nos demostró lo fea que es España y lloramos de risa. Pensé entonces y lo pienso ahora mismo mientras escribo esto: hay que ver qué guapísimas son estas dos mujeres, qué guapa Lucía, qué guapa Isabel, qué maravilla.

Y se me llena el pecho de alegría ante tanta belleza estando en Zaragoza, donde he venido a acompañar a mi madre en su duelo. Hace nada ha muerto mi padre. Mi hermana, mi madre y yo nos sentamos, comemos pipas viendo películas que nunca nos convencen, cosa que nos hace reír y comer más pipas nosotras. Mi madre, por su parte, come mandarinas. Y pienso en lo guapísima que está mientras construye con pico y pala una memoria con la que entablar un nuevo diálogo, una relación diferente con su marido. Qué guapa mi madre y qué guapa mi hermana, a la que ya le tocó hacer lo propio, qué fiera, la tía, con qué valor y elegancia. Qué guapísimas son.

Entonces se me aparecen en Instagram las imágenes de mis Gabrielas, la Wiener y la Cabezón Cámara, escritoras feroces y sublimes, literatura palpitante. La argentina Cabezón anda mimetizándose con la naturaleza, siendo humedal, flaquita y cristalina, preciosa ella, inteligencia. Veo a la Wiener en su Perú natal, aguerrida buscadora de respuestas, ariete contra las injusticias, ejerciendo el periodismo más genuino. Qué guapas me parecen, por favor.

Veo también a Carla Antonelli celebrando la nueva Ley Trans, qué apuesta. A Magüi Mira, luz en el escenario, qué belleza. A Silvia Agüero gitanizando el mundo, hermosa. A Jedet llamando a que su denuncia no sea la única, linda. A Violeta Assiego pelada contra el cáncer a pecho descubierto, preciosa. A Karmele Marchante, abrazada a su vida en No me callo, guapísima. A Itziar Castro, puro corazón, preciosa irreductible.

No sé, veo a mi hija y sus amigas trasteando en la cocina, encerradas en el dormitorio, subiendo la escalera atropelladamente mientras sortean como pueden los baches que la adolescencia va colocando siempre a traición. Qué guapas me parecen todas. Lo son. Y no me hace falta preguntarles acerca de lo guapísima que es Berta Vázquez, porque conozco sus respuestas.

Y yo, Berta Vázquez, y yo también soy guapa, qué carajo.

Aquí me paro ya, sin señalar a nadie, que esta fiesta no es para feos.

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