Posibilidad de un nido

RAE: habrá silencio sólo si nos da la real gana

RAE: habrá silencio sólo si nos da la real gana
Reunión de la Real Academia Española (RAE), a 9 de diciembre de 2021. / RAE

"Queremos silencio. No queremos debates públicos". Eso ha declarado el director de la Real Academia Española (RAE) en referencia a la tilde en la palabra "solo". Nada más y nada menos que eso. Silencio, quieren. Parece que la tilde está trayendo cola, y sin embargo, más que la tilde, me divierte esa forma francamente fuera de lugar que tiene Santiago Muñoz de zanjar el asunto. ¿Por qué debería importarnos lo que sean ellos quienes sean –ese plural en el verbo– quieren? ¿Quiénes son para decir que no quieren "debates públicos"?

Se trata de uno de los gestos más palmarios de la estructura mental patriarcal que recuerdo en los últimos tiempos. El clásico "mando y ordeno". Poca cosa hay más democrática que la Lengua, más nuestra, de todas, de todos. Ah, pero a los miembros de ese selecto club les incomodan los "debates públicos". Así pues, no solo declaran que desean el silencio social sino que dan por supuesto que nos importan sus deseos. Con sus palabras, y en representación, se supone, de todos los miembros de la RAE, su director parece decir "aquí mandamos nosotros, déjennos mandar en paz". Con ello se arrogan el derecho a decidir sobre la lengua en solitario. Pero la lengua es nuestra, caballeros, de quien la usa. 

El tic que retratan esas palabras lo tiene todo: la imposición del silencio, el deseo de las élites como norma, la existencia del clan de hombres blancos, la institución pública como órgano cerrado refractario a cualquier participación popular, la prohibición del debate (en este caso literal), el desprecio hacia cualquier opinión que no proceda de los miembros del club.

Acabo de terminar la lectura de Los Boys Club, magnífica obra de Martine Delvaux recientemente publicada por Península. Me ensanché en una sonrisa divertida al leer las declaraciones del presidente de la RAE, porque no esperaba encontrarme tan pronto con un ejemplo de lo que Delvaux analiza. El subtítulo de la obra es "Por qué los hombres siguen dominando el mundo". Básicamente, porque creen que es suyo. Los hombres poderosos tienden a crear instituciones que, sean públicas o privadas, funcionan como clubes masculinos cerrados desde los que se manejan los gobiernos de las gentes y las cosas. Ahí, el resto sobramos.


De los 41 sillones de la Real Academia Española, sólo ocho son mujeres. De los 477 académicos que ha tenido la institución en toda su historia, sólo 12 han sido mujeres. Aconsejo, en cualquier caso, un paseo por la galería de retratos de los académicos actuales. Además de la abrumadora presencia masculina, resulta interesante esa manera que tienen ellos de uniformarse, frente a los distintos atuendos de las pocas académicas. Uniformarse para distinguirse del resto, de los que no son del club, para pertenecer a un grupo, para ir todos a una, para que el director pueda usar esa primera persona del plural sin más detalles: "Queremos" y "No queremos". ¿Qué es lo que quieren? Silencio. ¿Y lo que no quieren? Debates públicos.

Ahí, en su pequeño club impermeable a los cambios sociales, a las ideas de paridad, a los avances de las mujeres, ellos no solo expresan sus deseos, sino que dan por hecho que nos interesan o que incluso pueden llegar a suscitar algún tipo de acatamiento. Pobres hombres, la verdad. Se trate de una tilde o de la cría del cerdo ibérico, habrá silencio sólo si nos da la real gana.

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