Culturas

Dame argo

YO TAMPOCO ENTIENDO NADA// CAMILO JOSÉ CELA CONDE

Un holandés apenas salido de la adolescencia se ha hecho con sus buenos dineros sin más que colocar en su cuarto una cámara de las que transmiten imágenes desde la computadora y estarse quieto delante de ella ofreciendo en Internet el dolce farniente. A los visitantes de su página, el joven holandés les pedía una limosna para compensar tales esfuerzos. Parece que ha sacado cerca de dos millones de pesetas en mes y medio –dicho en la moneda de antes se entiende mejor el alcance de la cifra. Todo un logro mendicante.

En busca de emociones
No estoy seguro de qué se debe admirar más, si el talento del que decide que sólo con exhibir naderías se llega a fin de mes o la abdicación de quienes no tienen cosa mejor que hacer que navegar por las catacumbas de la emoción ausente. Contemplar a alguien que se está quieto porque sí, en una especie de suerte de don Tancredo pero sin toro alguno cerca, viene a ser como vigilar si la yerba crece. Pagar, encima, por ello es un recurso que convierte la cola del pago de multas en una película de Tarantino. Pulp Fiction sin necesidad de la metafísica de las hamburguesas de París, pongo por caso.

Balance de quietudes
Aunque tal vez el chaval de los Países Bajos haya dado con la clave profunda de la postmodernidad, esta época en que lo mejor que le puede pasar a uno es que, de la mano de la virgen de Fátima, se quede como estaba. Dando fe de que no sucede nada en absoluto, la cámara viene a certificar no sólo que cualquier pasado fue mejor sino, encima, que la opción preferible es la de quedarse plantado en el día de anteayer. El complemento ideal del programa es un calendario que haga pasar él solo las hojas.

Aplicaciones innovadoras
Pero el invento tiene también sus virtudes prácticas, un lado innovador e industrioso. La lista de los ministros que habrían hecho progresar no poco el reino de España por la vía de quedarse en la cama quietos, sin mover ni un músculo, ocuparía varios volúmenes. El conjunto de los profesores que, en silencio, se crecen, supera con mucho la nómina de los maestros ejemplares. La retahíla de los escritores que más valen cuanto menos publican colapsaría cualquier agencia literaria. Todo es cuestión, pues, de distinguir, de hacer dos montones para separar lo que merece mucha marcha de aquello que mejora con la quietud absoluta. Me ofrecería a iniciar el estudio de no ser que inmóvil, metido en la cama, incluso sin cámara alguna que me filme, yo también salgo ganando.

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