Posos de anarquía

La CUP y su coherencia por seis votos

Ayer el Consejo Político de CUP rechazó facilitar la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat. Fueron muchos los que aplaudieron la decisión, quienes elogiaron, incluso, a la CUP hablando de coherencia. A decir verdad, que Mas no vuelva a ser presidente es una buena noticia, especialmente una semana después de que al fin la familia Pujol haya sido imputada, pero ¿podemos hablar de coherencia de la CUP? Sólo en parte.

No podemos pasar por alto varios hechos. En primer lugar, que ha sido en tercera votación como se ha producido el no a Mas. Hace una semana hubo un inaudito empate y ayer mismo hubo de ser en segunda votación cuando se consumó el rechazo... y cuando lo hizo, fue únicamente por seis votos y una abstención. Lo curioso de todo es que la negativa a apoyar a Mas era una promesa electoral. En ese sentido, ya no podemos hablar de coherencia... sino de honestidad... por seis votos.

Diría más. También hubo otra promesa electoral de la CUP y el ahora cercano a Ada Colau -virtual candidata de Podemos si hay nuevas elecciones en Catalunya-, David Fernández, fue uno de sus máximos exponentes: prometieron que, de considerar las elecciones autonómicas un plebiscito, éste había de medirse como tal, es decir, por número de votos y no de escaños. Tomando esa referencia, Catalunya votó no al proceso independentista.

Sin embargo, la CUP defraudó a muchos de sus votantes rompiendo aquella promesa electoral y sumándose a la deriva independentista legitimando su decisión en el número de escaños obtenido. En aquella ocasión ni hubo coherencia y mucho menos honestidad. Da igual que tengan razón en que Rajoy no ha sabido gestionar el conflicto catalán, en que el presidente en funciones del Gobierno de España es uno de los principales responsables de la situación por la que atraviesa ahora Catalunya. Da igual todo aquello, como igual da que la consulta, la materialización del derecho a decidir debería haberse consumado cuando se planteó por primera vez y, entonces, es muy posible que los catalanes en un referendum no vinculante hubieran preferido quedarse en España, aunque en otras condiciones.

Todo eso es indiferente; lo que realmente importa es que la CUP incumplió una promesa electoral y ayer salvó los muebles de otra por un escaso margen de seis votos... y, sorprendentemente, muchos siguen aplaudiendo y elogiando a la formación. Estamos tan acostumbrados a que la palabra de un político no valga nada que hacemos de lo normal algo extraordinario y eso dice muy poco de nosotros. No olviden una cosa: con que sólo en una ocasión un político se salte sus principios y rompa una promesa electoral, ya no será nunca de fiar hasta que vuelva a recuperar esa confianza  de la ciudadanía. Así debería ser y, por este motivo, que ayer la CUP rechazara de nuevo a Mas ya no significa nada y menos aún del modo en que se llegó a esa negativa.

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