Hace muy poco tiempo que escribí sobre la cadena perpetua camuflada bajo ese neolenguaje que tanto gusta a los neoliberales con el término 'prisión permanente revisable'. Obviamente, me parece una barbaridad. Tras el asesinato del pequeño de Almería, la derecha vuelve a rearmar su campaña para intentar, no sólo para no derogarla sino, además, para extender los supuestos penales... y esta sinrazón retrógrada se extiende por doquier.
No existe una sola razón que justifique la justicia como venganza y eso es, precisamente, la prisión permanente revisable. En las recogidas de firmas que realiza el PP para apoyar su campaña he oído abordar a la gente con el discurso "¡para que los violadores no salgan de la cárcel, firma!". Una barbaridad.
Desafortunadamente y gracia a PP, Ciudadanos y PSOE, la prisión permanente revisable está vigente -se la coló Rajoy a Pedro Sánchez con el infame pacto antiyihadista-. Esta pena no ha evitado el asesinato en Almería, como tampoco impidió, por ejemplo, el de la pequeña de Álora encontrada sin vida en las vías del tren.
Miremos a otros países con una trayectoria mucho más sólida en esto de concebir la prisión únicamente como castigo y no como reinserción. En Francia se aplica desde 1994, después de haber legislado en caliente tras el asesinato de una pequeña de ocho años a manos de un criminal reincidente. Si tomamos las estadísticas hasta 2015, podemos comprobar cómo la tasa de homicidios intencionados es mucho mayor en Francia que en España: según Eurostat, en el país vecino es de 1,53 homicidios por cada 100.000 habitantes, mientras que en España lo es de 0,65. Para que se hagan una idea, en Francia se cometieron casi tres homicidios al día, con más de 1.000 al año. En España, que no tenía prisión permanente revisable, se produjeron 303.
Si miramos a las violaciones, que es otro de los puntos en los que se está poniendo el foco, comprobamos que su la tasa en Francia es de 30,06 por cada 100.000 habitantes, en España se sitúa en 18,60.
Ninguna de las personas que defiende la prisión permanente revisable ha puesto encima de la mesa un sólo argumento que respalde sus beneficios, quizás porque las experiencias que existen avalan lo contrario. Y es que la venganza nunca es justificable... ¿entendible? Quizás. Yo mismo puedo admitir que si tuviera delante al asesino de mi hijo podría volcar toda mi ira, todo mi dolor contra él hasta el punto de quitarle la vida, lo reconozco, pero lo hago plenamente consciente de que no lo merece y de que yo tendría que asumir las consecuencias de esos actos.
Es hora de que esa ira, ese dolor no se apodere de los legisladores y, muy especialmente, no sea la baza electoralista que juegue la clase política, porque eso es, precisamente, lo que está haciendo.