La diputada de Vox, Macarena Olona, se reveló ayer como lo que es: una parlamentaria indigna de un Congreso en el que necesita gritar como una energúmena para intentar que su discurso machista sobre la violencia de género tenga calado... y ni siquiera así lo consigue, pues la Cámara Baja en bloque le da la espalda en este asunto (aunque después, PP y Ciudadanos en Comunidades como Andalucía, sigan sus pasos).
"El hombre no viola, viola un violador; el hombre no mata, mata un asesino..." chillaba histérica Olona. Seguramente, en el momento de escribir su discurso le pareció que sonaba bien, pero cuando lo expuso, desgañitándose, el ridículo fue supino. Quizás en su mente asegurar que quienes defendemos la necesidad de una ley de violencia de género no defendemos el feminismo, sino el hembrismo, el "odio ideológico hacia el varón", no se da cuenta de que yo, como hombre, como tantos otros hombres, no nos odiamos a nosotros mismos; nuestro odio se dirige más bien a quienes amenazan la igualdad porque, siguiendo el discurrir de la diputada de extrema-derecha, "la persona demócrata no discrimina a la mujer, la discrimina la persona machista" y Vox, definitivamente, lleva el machismo en su ADN.
Mientras soltaba sus alaridos incongruentes -cómo echamos de menos que no se hubiera quitado su mascarilla- Olona tiraba de victimismo, como si Vox estuviera siendo arrinconada en el Congreso; se equivocaba, se arrincona sola -en ocasiones, al ladito del resto de la derecha-, pues sus ideas en torno al feminismo, a la migración, a la pobreza... son incompatibles con una democracia real. Intentaba reivindicarse acusando a la izquierda de querer acomplejar a Vox, sin percatarse de que la formación de extrema-derecha nació acomplejada, incapaz de entender que si habla como fascista, piensa como fascista y lo grita como fascista, es fascista.
Se referió Olona a "asesinados de primera y de segunda", mintiendo una vez más, puesto que absolutamente todas las víctimas tienen cobertura legal, cuentan con una protección jurídica que juzga y condena al agresor o agresora. Lo que sucede es que si "el hombre no mata, mata el asesino", las cifras nos dicen que "el hombre no es asesinado, es asesinada la mujer". Las más de 1.000 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o sus exparejas así lo demuestran, como prueban que la violencia hacia la mujer es un problema estructural.
Mientras Olona no pueda o no quiera entender eso, mientras no comprenda que las medidas adoptabas en torno a la ley de violencia de género no criminalizan al hombre, sino que protege a la mujer, que se encuentra en situación de vulnerabilidad, mientras a Olona no le quepa en su sesera que l@s feministas no odiamos al hombre, sino que defendemos la igualdad entre hombres y mujeres, está tan fuera de la democracia como hoy por hoy lo está Vox, por mucho que cuente con representación en el Congreso.
Quizás en el fondo lo saben, quizás por eso necesitan pegar alaridos en lugar de parlamentar, intentando imponer sus ideas cuyo sustento es tan endeble como su mismo sentido democrático. Quizás en días como ayer, Olona tenía más encaje como subastadora de lonja* que como parlamentaria, aunque nadie compraría su pescado. Apesta.
*ACTUALIZACIÓN: Para evitar malosentendidos, precisar que la metáfora hacía alusión a la necesidad de gritar de l@s subastador@s en la lonjas, sin que tuviera absolutamente nada que ver con las declaraciones que en su día realizó Félix de Azúa sobre Ada Colau. Por mucho que la persona que canta la subasta grite, si el pescado no es fresco y de calidad, no se venderá... y el que 'subasta' Olona, definitivamente, no es de calidad.