Posos de anarquía

Lograr la paz a cañonazos

Lograr la paz a cañonazos
Desfile militar en el Día de las Fuerzas Armadas. - Raúl Caro / EFE

El anuncio de Pedro Sánchez de querer incrementar el gasto militar hasta alcanzar el 2% de del PIB no ha gustado al ala progresista del Congreso, incluido el socio de gobierno del PSOE, Unidas Podemos (UP). Dicho de otro modo, los socialistas se quedan arropados fundamentalmente por la derecha en esta deriva militarista que toma el problema como solución. Ni la guerra se previene con más armas ni se alcanza la paz, nunca.

Cuando Pedro Sánchez anunció su intención de destinar mayores partidas presupuestarias al gasto militar se apoyó en la guerra de Ucrania para justificarlo. Utilizando sus propias palabras, este conflicto ha venido a despertarnos del sueño en el que nos encontrábamos; imagino que se refería a ese sueño pacifista al que toda nación debería aspirar -y por el que la misma Unión Europea recibió el Premio Nobel de la Paz en 2012-. Con su intención de gastar más en armas, Sánchez no nos despierta de ningún sueño, nos sumerge, más bien, en otra pesadilla.

La narrativa del presidente del gobierno recuerda a la misma que la Asociación del Rifle de EEUU esgrime para defender la segunda enmienda de su Constitución, que contempla el derecho a tener y portar armas. Recuerdo el argumento de sus portavoces tras una de tantas matanzas en algún instituto estadounidense a manos de un adolescente: en lugar de exponer que si el acceso a las armas no fuera tan sencillo se producirían menos masacres, el tipo sostuvo que si la profesora -asesinada por el joven- hubiera estado armada, podría haber acribillado al agresor. Lo mismo que sugiere Sánchez cuando justifica su gasto militar con la guerra de Ucrania.

El diagnóstico de las causas de las guerras se yerra; lo peor es que siempre es equivocado de manera intencionada para ocultar otros intereses, otras provocaciones. En el caso de la guerra de Ucrania, es evidente que la arrogancia de la OTAN ha tenido mucho que ver en el estallido del conflicto -sin disculpa de Putin por ello, absolutamente instalado en una posición demente-. Quizás ese ha sido el sueño al que se refería Sánchez, ese en el que estaban sumidos la OTAN y la UE pensando que al obviar el Acta Fundacional de la OTAN-Rusia de 1997, ignorando todas las advertencias de expertos que avisaban de cómo desde hace décadas se tensionaba innecesariamente la frontera con Rusia, no sucedería nada.

En el caso de otros conflictos, encontramos que el modo en que Occidente esquilma recursos naturales o cómo priva de ayuda a la cooperación se encuentran detrás de muchas guerras. El gasto militar mundial en 2020 batió todos los récords, según el  Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), ronzando los dos billones de dólares, con una Unión Europea desbocada. España gastó 17.400 millones de dólares, a pesar de que en los Presupuestos Generales del Estado de 2020, la partida destinada a Defensa era de apenas 8.400 millones. La explicación es sencilla: el gasto militar va más allá de lo que se recoge en Defensa (9.800 millones para 2022), del mismo modo que en el capítulo de Investigación, sólo para este año, hay casi 1.000 millones destinados exclusivamente para Defensa.

El gasto actual de España en Defensa es del 1,4% del PIB; el de Cooperación para el Desarrollo (apenas 1.000 millones de euros), no llega ni al 0,2%, pese a que ya durante mi época de instituto nos manifestábamos reclamando el 0,7%. Ahora, ese objetivo se ha postergado a 2030 con la nueva Ley de Cooperación y, sinceramente, la promesa de alcanzar el 0,5% al final de esta legislatura no parece muy realista.

Aumentar el gasto militar es afrontar la realidad de un modo reactivo, dotándose de recursos para atacar o defender cuando un conflicto ya se ha producido; todo ello en detrimento de las políticas preventivas de esos conflictos. Dos datos para la reflexión: 26 horas sin gastar dinero en ejércitos ni armamentos podrían salvar a 34 millones de personas del hambre. Asimismo, si se hubiera destinado el 7% del gasto militar mundial en 2020 se podría haber cubierto la vacunación universal contra la pandemia (estimada en 141.000 millones de dólares).

El economista Fernando Luengo Escalonilla ya advertía hace unos días del error de incrementar el presupuesto militar. Destacaba Luengo varias realidades que Sánchez se esconde en la manga, entre ellas, que los principales receptores del gasto militar son grandes complejos empresariales con perfiles claramente oligopólicos o que el sector militar es responsable de una parte sustancial del cambio climático. Las 23 principales potencias militares generan el 67% de las emisiones de CO2 y, sólo en 2019, nuestras Fuerzas Armadas generaron una huella de carbono equivalente a las emisiones de todos los coches de Madrid.

Ninguna de estas argumentaciones parecen calar ni en Sánchez ni en nuestra ministra de Defensa, Margarita Robles, que meses antes del estallido de la guerra en Ucrania ya se posicionaba del lado del lobby militar apostando por incrementar el gasto. Un gasto real que, como indicaba más arriba, nada tiene que ver con lo que se refleja en el capítulo de Defensa. Tal y como analiza el Grup Antimilitarista Tortuga, sumando las partidas de otros ministerios relacionada con el gasto militar, éste se elevará este año por encima de los 22.000 millones de euros; viendo, además, que por sistema el gasto militar se infrapresupuesta entre un 35% y un 50%, cuando se ejecute finalmente ese presupuesto podría superar los 31.000 millones.

En este sentido, merece la pena hojear los informes del Centro de Estudios por la Paz J.M. Delàs, que exponen conclusiones en la misma dirección, desmontando ese obsceno argumento de Robles de que "invertir en armamento es invertir en paz"... quizás algo tiene que ver que bancos como BBVA y el Banco Santander financian cerca del 60% del armamento en España. Visiten la web Banca Armada y descubran cuánto invierte su banco en armas y en qué tipo de armamento. Se sorprenderán.

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