Punto de Fisión

Regalos navideños para Feijóo

Hace poco fue mi cumpleaños, medio siglo exacto, y cuando llegó la hora de abrir los regalos me sorprendió descubrir que las botellas se sucedían una tras otra. Botellas de Rioja, de Ribera, una botella de bourbon, una de ron caribeño, una de whisky japonés, otra de whisky japonés de doce años, etc.. Había también libros, algo de ropa, una brújula, una navaja suiza, camisetas personalizadas, un cortapuros plateado, algunos habanos, cajas de bombones etc. Pero estos otros obsequios no eran más que intermedios, anuncios publicitarios, no hacían más que subrayar la avalancha de alcohol con que mis amigos daban a entender cuánto me querían a mí al tiempo que señalaban lo poco que les interesaba mi hígado. Con cierto punto de borrachera y no poca nostalgia encima recordé aquellos lejanos tiempos en que el grueso de las dádivas estaba compuesto de juguetes y tebeos. Llegada cierta edad, por un problema de graduación alcohólica, el whisky sustituye a la colonia, quizá porque a tus amigos ya les da un poco igual cómo huelas.

Afortunadamente, en el lote de botellas con que me obsequiaron no había ningún Petrus ni ningún Vega Sicilia de 670 euros la botella. Habría tenido que revisar la lista de invitados para ver que no se me hubiera colado Raúl López, el magnate gallego del transporte cuya generosidad con la Xunta acaba de hacerse pública. Hubo un montón de agraciados con estos lotes de vinos de primera, casi todos altos cargos de la Xunta (Alfonso Rueda, Alejandro Gómez, Emilio López Touriño, Anxo Quintana, José Blanco) y algunos de ellos no sabían muy bien qué hacer con ellos, de modo que los devolvían. Puesto que soy un gañán sin paladar, incapaz de distinguir un Vega Sicilia de un Ribera del Duero más o menos potente, entiendo este prurito de vergüenza torera con que algunos políticos decidían rechazar los regalos. Queda bastante feo eso de catar los vinos únicamente por el precio o por la etiqueta. Debe de ser por eso que algunos jefazos militares anotaban personalmente sus preferencias, como en una lista de boda. "De ser posible, un jamón" decían en el Ejército de Tierra.

A Feijóo han vuelto a incordiarlo porque aparece como uno de los principales agasajados en este chorreo de vino tinto. También es mala suerte. Qué culpa tendrá él de que a un empresario imputado en diversos delitos de prevaricación, cohecho, lavado de dinero y fraude fiscal le diera por regalarle cada navidad miles de euros en botellas de primera calidad. "Es otra filtración parcial que quedará en nada" ha declarado. La gente es tan retorcida que lo mismo se piensa que Feijóo y López son amigos íntimos, igual que en aquella foto en que salía al lado del capo Marcial Dorado, en el mismo yate y untados con la misma crema solar. Feijóo sólo pasaba por allí cerca, no sabía que Dorado se dedicaba al narcotráfico y nadie investigó si aquella mancha en su espalda era, en efecto, crema solar o la plasta de una gaviota que también pasaba por allí cerca, sólo que un poco más alto. Durante varios años, el magnate insistió e insistió, enviando cada navidad un nuevo cargamento de oro líquido. Hay gente así, inasequible a los desplantes. Pero no había nada que hacer: Feijóo se resistía heroicamente a cualquier intento de aproximación. Para que no se hiciera ilusiones, no fuese a pensar mal, ni siquiera le devolvía los cascos.

 

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