Punto de Fisión

El belén de Banksy

El belén de Banksy

Banksy es, con diferencia, el artista urbano más famoso del mundo aunque casi nadie sepa quién se oculta detrás del pseudónimo. Uno de los pocos que lo sabe es el fotógrafo Steve Lazarides, quien acaba de publicar un libro de fotografías donde aparece el héroe en acción, casi siempre de espaldas o con el rostro pixelado, para no desvelar el secreto de su identidad, un anonimato que no hace sino multiplicar la atención mundial que recae sobre su figura. Hay quien dice que detrás del enigma se oculta el líder de Massive Attack, Robert del Naja, o bien un tal Robin Gunningham, o bien Robbin Banks. La verdad es que no sabemos realmente quién se esconde detrás de esas seis letras y de esos grafitti que de vez en cuando abren una ventana al mundo. Tampoco estamos muy seguros de si Banksy es sólo un gamberro al que hace mucho que la broma se le ha ido de las manos o J. D. Salinger con un bote de spray.

La primera edición del libro, 5.000 ejemplares, se agotó en unos minutos y quizá no haya una segunda. En una entrevista reciente, Lazarides asegura que nunca desvelará quién se oculta tras el pseudónimo, primero porque sería una indecencia, y segundo porque nadie le iba a creer. Al igual que el terrorista justiciero de V de Vendetta, Banksy no ignora que la fuerza de sus acciones reside en el anonimato, pero a diferencia del personaje de Alan Moore comprende que sus pintadas no van a cambiar mucho las cosas. "We all are Banksy" dijo Robert del Naja, desmintiendo la teoría de que el grafitero anónimo y él fuesen la misma persona, una máxima que no reclama una revolución callejera mediante una muchedumbre de enmascarados sino más bien una mirada cómplice a las vergüenzas e injusticias reveladas de repente en el muro de una ciudad.

El propio Banksy ha negado muchas veces el supuesto valor de su obra, llegando a calificar de "idiotas" a los coleccionistas que pagan una millonada por una de sus ocurrencias y de "mierda" a cualquiera de ellas. Por supuesto, esta muestra de descaro no ignora los sutiles engranajes del mercado artístico, un tinglado capaz de elevar cualquier memez al rango de obra maestra. La razón por la cual un simple grafitero se ha convertido en un pintor de talla mundial es la misma por la cual muchos pintores de talla mundial se han convertido en simples grafiteros.

Sin embargo, la última travesura de Banksy (La cicatriz de Belén, donde ha representado el tradicional portal navideño con un trozo del muro de Cisjordania atravesado por un balazo que hace las veces de estrella) deja a la altura del betún la enésima payasada de Cattelan, el plátano pegado a una pared con un trozo de esparadrapo. Más aun cuando el nacimiento de Banksy se ubica en el mismo hotel de su propiedad con vistas al muro israelí que ha dejado la zona convertida en uno de los peores guetos de la historia reciente. No es difícil observar que, más allá de su tosco simbolismo y su denuncia elemental, la obra de Banksy refleja el auténtico espíritu de estas fiestas, tal y como debió padecerlo en el origen de nuestra era aquella familia de refugiados perseguidos por un poder hosco y ciego. Sí, es todo muy evidente, pero hay una caricatura de Mingote en donde una señorona comentaba a la salida de una exposición de El Roto que prefería el arte abstracto, porque al menos no se entiende nada.

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