Punto de Fisión

Ayuso, la novia de Chucky

Ayuso, la novia de Chucky
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presenta la conferencia-coloquio de la tribuna Fórum América en la que ha participado el presidente de Colombia, Iván Duque. EFE/ Rodrigo Jiménez

Vista la refriega del día de ayer en la Asamblea de Madrid y las declaraciones incendiarias de esta semana, en el laboratorio del PP donde crearon a Díaz Ayuso deben de estar preguntándose si el experimento no se les habrá ido de las manos. Ayuso lo mismo arremete a pedradas verbales contra los adversarios de la izquierda que apuñala por la espalda a Pablo Casado, sin reparar ni en el alcance de los daños ni en la munición empleada. Hace mucho tiempo se demostró que la presidenta de la Comunidad de Madrid no tiene vergüenza, pero ahora hemos descubierto que tampoco tiene límites. No era difícil apostar que Donald Trump, con todo su repertorio de mentiras, insultos, desfachatez y obscenidad iba a reencarnarse en esta buena mujer, por la misma razón que Terminator acabó adoptando el aspecto de una señora.

Con Trump desguazado y retirado del servicio, Ayuso ha tomado el relevo. Evidentemente, con su ambición desmedida, Madrid se le ha quedado pequeña: ella está pensando ya en España, luego Europa y después, tal vez, el mundo. Puede parecer exagerado para una mujer que hizo sus pinitos políticos ladrando por Twitter, pero Trump empezó por el mismo sitio, labrándose la presidencia a base de mordiscos y ladridos: al coronavirus no le hizo falta ni eso. Estos últimos meses Ayuso se había mantenido bastante recatada, quizá por el calor del verano, quizá por la molestia de la mascarilla, pero ayer se desmarcó con una serie de ataques y descalificaciones personales a Mónica García en el que no faltaron las referencias físicas, la forma del vestir o el peinado. Es la misma estrategia barriobajera que tan excelentes resultados le dio en el debate, ya que sabe de sobra que sus contrincantes carecen de la mala educación necesaria para bajar al barro. Ninguno va a atreverse a decirle que parece la novia de Chucky.

Hubo un detalle verdaderamente trumpiano en el momento en que Alejandra Jacinto, coportavoz de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid, leyó la carta desgarradora de una niña de la Cañada Real que tiene que estudiar a la luz de una vela y ducharse con agua fría. "Yo no gestiono sentimientos", respondió Ayuso, tachando de cursilería la descripción del sufrimiento de una población de miles de personas que sobrevive en condiciones infrahumanas. En la programación de Terminator sólo entran las ayudas a sacerdotes, toreros, banderilleros y picadores; los pobres, como dijo Andrea Fabra, que se jodan. Por otra parte, gestionar es un término que no se le cae de la boca a Ayuso: le echó en cara a Mónica García que nunca había gestionado nada mientras que ella, antes de la Comunidad de Madrid, había gestionado un perro.

Para rematar la faena, Ayuso se sacó de la manga una posverdad como una plaza de toros al asegurar que la homofobia no existía en la Comunidad de Madrid, salvo en las cabezas de la izquierda, que suelen estar llenas de delirios y fantasías de venganza. Hace un par de años proclamó que la Fiesta del Orgullo era un referente mundial gracias precisamente al PP, una gilipollez abisal que compite con la afirmación de Javier Maroto, gay oficial de la formación, cuando afirmó que el PP no tenía ningún problema con los homosexuales. Manuel Fraga, sobre cuyo cráneo privilegiado se edificó Génova, dijo que la homosexualidad era una anomalía, que el orgullo gay era un error social, que la ley del matrimonio homosexual era una asquerosidad y que si había personas que nacen así, qué se le va a hacer, pero que no vengan luego diciendo que se enorgullecen de funcionar al revés.

Mucho más cercanas en el tiempo se encuentran las barbaridades homófobas de Ana Botella, con su hilarante clasificación entre peras y manzanas; las de su marido, Jose Mari, que afirmó que la unión de las parejas homosexuales no podía ser llamada matrimonio porque ofendía a la población; las de Jorge Fernández Díaz, que habló del peligro de la extinción de la especie humana; las de Luis Fernando Caldentey, que llamó a los homosexuales personas taradas con deformaciones psíquicas o físicas; las de cientos y cientos de gerifaltes del PP que en su día tacharon la homosexualidad como una enfermedad y que luego acudieron en masa a vacunarse a la boda de Maroto. Son más o menos las mismas atrocidades cavernarias que repiten los socios de Vox en la Asamblea de Madrid, un día sí y otro también, y con quienes Ayuso planea mejorar las leyes que protegen al colectivos LGTBI. Lo de la novia de Chucky no iba en broma.

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