Punto de Fisión

La ayusomaquia

La ayusomaquia
Isabel Díaz Ayuso con un capote en la plaza de toros de Las VentasEFE

Casi a la par que finiquita las escuelas públicas infantiles de 3 a 6 años y que firma el despido de 6.000 sanitarios entre médicos, enfermeros, celadores y auxiliares, Díaz Ayuso ultima el flamante Centro de Estudios Taurinos con varios fichajes de lujo. Con toda seguridad, ninguno de los cientos de miles de madrileños que la votó abarrota las sobrecargadas listas de espera de los hospitales, aguardando su turno para un TAC, una radiografía o un especialista, ni tampoco tendrán hijos en edad de alfabetizarse. Total, por aquí está claro que no hay ninguna necesidad de alfabetizarse: basta un capote, una muleta, un estoque y a triunfar por las plazas de España.

Poblar la Comunidad de Madrid de toreros parece ser el próximo objetivo de la presidenta, ya que más de dos décadas de gobiernos del PP han conseguido que, según los resultados de las últimas elecciones, la región esté a rebosar de millonarios. En Madrid hemos hecho realidad aquel chiste de Los siete magníficos, cuando al reclutar pistoleros, se encuentran a Charles Bronson cortando troncos a hachazos, sudando como un burro, y le preguntan si necesita pasta: "No" responde Bronson sin soltar el hacha, "hago esto porque soy un millonario excéntrico".

Madrid, en efecto, está llena de millonarios excéntricos con dinero de sobra para pagarse una sanidad privada y una educación a la carta, oligarcas castizos que podrían darse la vida padre en Saint-Tropez o en Mónaco, pero que prefieren embutirse en un vagón de metro a las siete de la mañana, disfrutar de los atascos en la M30 y tomarse luego unas cañas con los colegas en una terraza para respirar ese clima de libertad que brilla como en ninguna otra parte del mundo. De ahí que, puestos a elegir entre unos hospitales bien administrados, con personal suficiente y bien pagado, los millonarios excéntricos que votan a Ayuso prefieren unos hospitales kafkianos, con citas médicas a uno o dos años vistas, pero con el orgullo de costear una academia taurina que sea la envidia del orbe, donde puedan consultar los treinta tomos del Cossío, aprender a pegar chicuelinas y revisar las mejores estocadas de Cagancho.

Ayuso, que había prometido acabar con los chiringuitos, ha inaugurado una Oficina del Español, con Toni Cantó al frente cobrando un sueldo anual de 75.000 euros y manejando un presupuesto que ni se sabe, sólo para que el idioma castellano se haga fuerte en la capital, donde sufre el imparable avance del rumano, el suajili y en quechua. Una cantidad similar cobra el director del Centro de Estudios Taurinos, el diestro Miguel Abellán, aunque también se ignora el monto total de este tinglado subvencionado a tocateja del bolsillo de usted con el único fin de promocionar a bombo y platillo no sólo la tauromaquia sino también la ayusomaquia, que es el arte de ganar elecciones haciendo el paseíllo, lanzando puyazos, pinchando en hueso y mirando al tendido con ojos como cornadas.

Desde los tiempos del felipismo, cuando los indultaron junto al pelotazo o la cal viva como una muestra irrenunciable del patrimonio cultural español, y desde mucho tiempo atrás, los toros cuentan con partidarios y detractores tanto en la derecha como en la izquierda. Hace sólo unos días Carmen Calvo aseguraba: "No hay nada más moderno que una tarde de toros o una ópera. A nuestra sociedad le cuesta mucho entender la muerte". Sobre todo, la muerte cerebral.

Más allá de los poemas de Lorca, Hernández y Alberti, en uno de los mayores monumentos que ha producido, la teleserie Juncal, Paco Rabal decía, en el papel de un maltrecho y casi póstumo matador de toros, que las mujeres están en el mundo para amar a los toreros, los poetas para cantar a los toreros, los arquitectos para levantar plazas de toros, los músicos para componer pasodobles y los médicos para curar a los toreros. No iban a estar para curarlo a usted. El mundo entero gira alrededor del toreo por la misma regla de tres que Madrid orbita alrededor de Las Ventas. Música, maestro.

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