Punto de Fisión

Mintiendo cara a cara

Mintiendo cara a cara
Los candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (i) y el popular Alberto Núñez Feijoo, antes de iniciar el debate electoral hoy lunes en Madrid. -JUANJO MARTÍN / Agencia EFE

Me pregunto si un debate televisivo como el celebrado ayer entre Sánchez y Feijóo puede servir realmente para que algún votante cambie de opinión o se anime a acudir a un colegio electoral dentro de dos semanas. Otra cosa es lo divertido que resulta para los analistas políticos, los periodistas y los cuñados en el bar. A falta de fútbol y de las discusiones sobre las faltas en el área, bien pueden venir las patadas bajo la mesa (y también sobre la mesa) que se propinaron los dos candidatos en un vistoso diálogo de sordos que en algunos momentos parecía una bronca entre pandilleros y en otros momentos un duelo al sol.

Desde que empezaron a hablar de economía, Feijóo y Sánchez repitieron un célebre número cómico de los Monty Python, aquel en que un tipo paga una libra por una discusión de cinco minutos y su interlocutor le dice que no están manteniendo una discusión. Sí es una discusión, no es una discusión, sí lo es, no lo es, sí lo es, no lo es, y así hasta que llega un momento en que el interlocutor toca el timbre y dice que han pasado los cinco minutos y se acabó la discusión. Les recomiendo que lo vean, porque tiene mucha gracia, mucha más que el intercambio de mentiras, medias verdades, desmentidos y trolebuses que se lanzaron a la cabeza a base de cifras, estadísticas, gráficos y datos que se estiraban desde un lado y desde el otro. Nueve mil millones por aquí, seis mil millones por allá, sí lo es, no lo es.

Más que un encuentro de fútbol leñero, la sensación era la de contemplar una partida de futbolín, no sólo por los dos protagonistas, sino por los árbitros, tan rígidos e inocuos como sendos porteros de futbolín. Hubiera estado muy bien ir comprobando cada una de las afirmaciones que ambos candidatos iban poniendo sobre la mesa, una serie de contradicciones flagrantes que planteaban dos realidades distintas, dos pasados alternativos, dos países más bien: la izquierda y la derecha.

El momento en que los dos países aparecieron en tierra firme, más allá de los bandazos en alta mar, fue cuando Ana Pastor le preguntó a Feijóo por la violencia de género, con varias mujeres recién asesinadas, y el gallego salió por peteneras, criticando la 'ley del solo sí es sí', lo que dio pie a una feroz réplica de Sánchez solidarizándose con las víctimas y echándole a su adversario al cuello el ancla de Vox. Feijóo todavía andaba muy lejos de la costa, tragándose sus pactos con los chicos duros de Abascal, la homofobia rampante de su propio partido y sus lamentables declaraciones sobre el "divorcio duro" de un político condenado por violencia machista. "Un error judicial se corrige: el machismo no" concluyó el Presidente con un último garrotazo.


Más de veinte veces repitió Sánchez en el debate el concepto de que el PP es Vox, algo tan evidente que Feijóo decidió cantar por bulerías, proponiendo varias veces una especie de pacto entre colegas para que gobierne la lista más votada, tontería monumental que ha quedado rebatida en numerosas ocasiones a lo largo de la democracia española, la última de ellas en Extremadura gracias precisamente al PP. En el juego sucio de las zancadillas con el Falcon, Marruecos y Bildu, Feijóo se encontró con la patada en la boca de si aprobaba lo de "que te vote Txapote", el mantra de la derecha en las últimas elecciones que tanta vergüenza ajena da, que debería darla propia y que han criticado diversos familiares de víctimas del terrorismo. Sacar a pasear el cadáver sagrado de Miguel Ángel Blanco, cuando el PP utilizó una fundación con su nombre para blanquear dinero, es una perfecta muestra de la hipocresía y el cinismo en que se mueve Feijóo.

En definitiva, en este combate lleno de golpes bajos, de menciones al terrorismo etarra y al independentismo catalán, a la corrupción endémica de los populares y a la barbarie de Vox, al menos Sánchez tuvo el detalle de aludir únicamente al secretismo de los misteriosos sobresueldos de Feijóo y de señalar que él mismo se considera un presidente honrado y limpio, mientras pasaba por alto la amistad íntima entre un narcotraficante y un político, una foto que resume para cualquiera con ojos en la cara el Verano Azul del PP. Por lo demás, tirarse al fango y emprenderla a mamporros verbales frente a un especialista en fango fue un error que probablemente no habrá tiempo de corregir.

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