Punto de Fisión

Feijóo por los pelos

Feijóo por los pelos
OROSO (A CORUÑA), 13/02/2024.-El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo interviene en una comida electoral este martes en Oroso (A Coruña). EFE/ Lavandeira Jr

Feijóo está pasando por una especie de adolescencia retardada, una de esas épocas de la vida en la que no sabes muy bien a qué pelo quedarte y vas pasando de un molde de cabeza a otro sin acabar de decidirte, como si estuvieras posando para un anuncio de champú por fases. Cuando yo era joven, siempre quise dejarme melena, una tentativa capilar que fracasó varias veces porque mi pelambrera tiende a la hinchazón y al rizo flamenco simultáneamente, con lo que acababa en una jeta a medio camino entre un Shaft desteñido, un heavy recién despertado y Estrellita Castro. Creo que de algún modo aspiraba a ser hippie por fuera, pero mi cabellera sabía que no había convicción ideológica alguna y se negaba a colaborar en el fraude.

El pelo es uno de los pocos recursos del que disponemos los feos para intentar distraer la atención de nuestra cara. Brad Pitt salía con unos diecisiete peinados distintos en Leyendas de pasión, pero le podían haber puesto una mariscada en la cabeza y seguiría siendo Brad Pitt, mientras que resulta bastante difícil acertar si Paul Newman era rubio, moreno, castaño o canoso, incluso cuando lo estás mirando en unas cuantas fotos. Con las últimas apariciones de Feijóo también sucede que de repente se ha vuelto pelirrojo, como si el tinte revelara esas reuniones secretas con ERC para sacar adelante la investidura, unas reuniones que el PP niega con una convicción digna del apóstol Pedro a los pies del Gólgota.

Hace cosa de un mes, un periódico gallego aseguraba que Feijóo había dejado la gomina, un acto consecuente con el trasquilado radical que se metió después de meditar una posible amnistía de los independentistas de Junts durante 24 horas. Más que nada, se trataba de que no lo confundieran con Puigdemont y su pelaje indómito, ya que -en lo que respecta al interior y según se los mira desde la derecha- un nacionalista español y uno catalán parecen hermanos siameses. Para diferenciarse todavía más, se tiñó de pelirrojo, con lo que consiguió un efecto exactamente opuesto al de Brad Pitt en Leyendas de pasión: que sólo nos fijáramos en qué puñetas lleva encima de la coronilla. Mejor hubiera sido que se rapara al cero.

La verdad es que con Feijóo es muy difícil examinar qué habrá más allá del pelo, ya que a menudo dice cosas y toma decisiones que están pidiendo a gritos un cortacesped  más que unas tijeras. Ayer se desplazó hasta Barbate para exprimir a fondo el asesinato de dos guardias civiles que luchaban contra el narcotráfico, cuando en sus viejos tiempos en Galicia él luchaba contra el narcotráfico tomando el sol en el yate de Marcial Dorado. Del mismo modo, el pasado sábado vimos a Juan García-Gallardo, el aguerrido jinete de Vox, presentarse en la gala de los Goya tras poner a parir al cine español, sólo para llevarse una patada en la boca de parte de Almodóvar. Hay gente que se mete en camisa de once varas sólo porque cabe.

En la campaña gallega, Feijóo se está cubriendo de gloria con una serie de meteduras de pata apoteósicas, que van desde sus intentos de negociar a cualquier precio con los rivales políticos a los que ha demonizado a la evocación involuntaria de su amistad con un narcotraficante que llenó Galicia de ataúdes. En Twitter, apoyando al candidato Alfonso Rueda como el mejor presidente posible, colocó un montón de fotos del propio Feijóo para que los votantes no tengan dudas. Es lógico que su peluquero intente distraer al personal con la fachada exterior de su cabeza, aunque corre el peligro de que la mayoría absoluta naufrague y Feijóo termine como Dirk Bogarde en Muerte en Venecia, con el tinte chorreándole por la cara.

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