Del consejo editorial

Libia y la hipocresía de Occidente

ÓSCAR CELADOR, profesor de Derecho Eclesiástico del Estado y de Libertades Públicas

Los países del norte de África están protagonizando una secuencia de revoluciones con el objeto de erradicar regímenes dictatoriales que hace sólo unos días eran bien vistos por Occidente. El caso de Libia ejemplifica perfectamente esta situación, ya que no ha pasado todavía un año desde que en Roma se escenificara un peculiar show en el cual Gadafi, escoltado por 200 bellas amazonas, fue recibido por Berlusconi para conmemorar los tratados de amistad entre Libia e Italia. Durante la visita del líder libio, la sociedad italiana presenció el espectáculo dantesco de que Gadafi se reuniese con centenares de jovencitas para explicarles las virtudes del islam o que el dictador realizase declaraciones escandalosas en foros públicos, por ejemplo, defendiendo que el islam debería ser la religión de Europa. En aquel momento, las excentricidades de Gadafi fueron consentidas e incluso aplaudidas por Berlusconi, ya que los petrodólares, el petróleo y el gas libio fluían hacia Italia y las empresas italianas hacían su agosto gracias al desarrollo económico libio.

En unos pocos meses, esta situación ha cambiado radicalmente, debido a la contienda civil que está viviendo Libia y a la posición que están adoptando sus antiguos socios comerciales. Las primeras potencias mundiales han comenzado a posicionarse en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, de forma que, mientras que unos países (principalmente Estados Unidos y los países europeos) parecen ser partidarios de intervenir en el conflicto, al menos estableciendo una zona de exclusión aérea, otros como China y Rusia parecen preferir que la contienda se solucione mediante el diálogo, probablemente porque el conflicto se está gestando muy lejos de sus fronteras y la subida del precio de los hidrocarburos está generando enormes beneficios a la economía rusa.

No hace falta ser un adivino para imaginar que, sea cual sea la decisión que tome la ONU, esta será finalmente disfrazada con un discurso políticamente correcto, que la guerra que está librando el pueblo libio por sus libertades pasará a un segundo plano y que los recursos naturales libios volverán a fluir hacia Occidente. Y es que, como es sabido, la historia la escribe el vencedor y no el vencido.

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